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Actualizado: 11 de junio de 2025
Y como el perro no cesaba de gruñir de un modo hostil a la niña mendiga, Juanito le dijo: Esta tarde tu mal humor es insufrible, Fortuna; te he dicho que te calles. La niña, sin dejar sus dolorosos lamentos, se encaminó en dirección al puente. Juanito, Polonia y Fortuna la siguieron. A la derecha del camino había una rampa que conducía al cauce del barranco. Por allí bajaron todos.
Antes de conocerse la ciencia geológica, y cuando aun no se habían hecho estudios paleontológicos, se ocuparon de dicho barranco, mas bien como objeto de curiosidad que como motivo de esploración científica, el Padre Feijóo, el naturalista Bowles, el geógrafo Antillon y el abate Juan Andrés.
Viajando en trineo por las montañas es como se aprende á hacer conocimiento con las nieves. La ligera armazón se desliza sin ruido; no se nota el choque del herraje con el suelo duro, y parece que viaja uno por el espacio, arrebatado como un espíritu, ora se rodea la curva de un barranco, ora el relieve de un promontorio.
Pues iremos juntas, porque yo tengo que ir a la calle de Zurita a echarle un réspice a mi herrero, y no hará usted nada demás si me acompaña un poco. Pronto despacho, y la dejaré a usted en la puerta de su casa. Aceptada con sumo agrado la proposición, anduvieron juntas el torcido y desigual camino que separa la vertiente de la Arganzuela del barranco de Lavapiés.
¿No has podido avisarme antes? díjole Hullin con voz semejante a un aullido . ¿No te encargué que vigilaras el barranco? ¡Estamos cercados! ¡Ahora nos cogerán de flanco y cruzarán el camino más lejos! ¡Todo se lo ha llevado el demonio!
No se me olvida que caimos los dos rodando en el barranco que hay junto á la iglesia. Me acuerdo bien, porque aquel día me puso el cuerpo el maestro lo mismo que una criba.
Luego él y ella seguían su rápida marcha. En pocos minutos habían atravesado el barranco de Segovia, y subiendo las pendientes callejas que están al otro lado, llegaron á las vistillas de San Francisco, y entraron en la calle de Don Pedro.
En el sitio donde el camino forestal que bajaba a Val-Clavin cruzábase con el barranco que iban siguiendo, Delaberge despidió a sus acompañantes y se dirigió solo hacia Rosalinda; al cuarto de hora salió del bosque y vio ante sus ojos el parque y los jardines que rodeaban la casa.
Esta reflexión despertó en su espíritu el agradable recuerdo de la viuda y de la invitación que le hizo al despedirse. Precisamente entonces entraban en una especie de ancho barranco, al otro extremo del cual aparecía el cono puntiagudo de una torrecilla. ¿No es Rosalinda aquello? preguntó Delaberge. Sí, señor inspector general; este camino nos conduce a ella directamente.
Si entre los fantásticos vapores de la bruma, y a la caída de la tarde, dirigimos la mirada sobre este castillo, lo vemos desaparecer entre las sombras. Entonces únicamente queda una montaña negruzca y un barranco amarillento. Una ruina sobre el monte o una vela sobre el mar, forman y completan un paisaje.
Palabra del Dia
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