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Actualizado: 17 de junio de 2025
Cada avance en el Mediterráneo de esta marina balbuciente había representado mayores derroches de audacia y energía que el descubrimiento de América ó el primer viaje alrededor del mundo... Estos nautas primitivos no se lanzaban solos á las aventuras del mar: eran pueblos en masa; llevaban con ellos familias y animales.
Sólo un ligero humo quedó flotando en el fondo de sus pupilas, como si fuese el vaho del ardor recién extinguido. ¡Adiós!... Me esperan. Y salió del Acuario seguida de Ferragut, todavía balbuciente y tembloroso. Fueron inútiles las preguntas y ruegos con que la persiguió al atravesar el paseo.
Nuestro joven se asustó un poco y pidió perdón con labio balbuciente: no porque creyese que había cometido ninguna profanación; pero temía que aquélla, poseída de su papel de «alma hermosa, inmaculada,» tardase demasiado en ceder a sus instancias. Guardó silencio obstinado la dama, en la actitud firme e imponente de una deidad herida.
«Soy muy desgraciado; padezco los mayores tormentos..., tormentos morales, del corazón dijo Relimpio con la voz más débil y balbuciente que se puede oír . Cierto día unos amigos me hicieron tomar Champagne. ¿Qué creerás?
Aresti pensaba en el ocaso de los dioses, en el último crepúsculo de las religiones. ¡Ay, si la noche que llegaba fuese eterna para los viejos ídolos; si al salir de nuevo el sol viese la tierra limpia de todas las leyendas creadas por la debilidad humana, balbuciente y temblorosa ante el negro secreto de la muerte!
El imbécil era el hermano, que se presentó saludando a Ojeda con voz balbuciente, mirándolo como a un personaje importante que inspira respeto y poca simpatía. Nélida, al ponerse de pie, se desperezó con voluptuosa expansión. Parecía más alta, como si su cuerpo se dilatase de los talones a la nuca con el serpenteo nervioso que corría por él.
Cuando entramos en la estancia de D. Diego, al punto se nos presentó D. Paco, aturdido, sofocado, balbuciente, con unas disciplinas en la mano, el vestido menos puesto en orden que de ordinario, y ostentando algunas desgreñaduras en lo alto de su peluquín.
Sí, tú eres la belleza más acabada que puede imaginarse añadió Pablo con calor . ¿Cómo podría suceder que tu bondad, tu inocencia, tu candor, tu gracia, tu imaginación, tu alma celestial y cariñosa que ha sido capaz de alegrar mis tristes días; cómo podría suceder, cómo, que no estuviese representada en la misma hermosura?... Nela, Nela añadió balbuciente y con afán . ¿No es verdad que eres muy bonita?
Entonces el hijo predilecto de la Iglesia se acercó a la reja, y con labio balbuciente y el rostro encendido se confesó con D.ª Rafaela. Por no abusar más de su inagotable bondad había tenido precisión de pedir seiscientas pesetas al padre Laguardia, que era quien le perseguía y le había hecho prender.
Absorto la miraba el joven, y con voz balbuciente, que declaraba su sorpresa y embeleso, dijo: «Estás..., no ya hermosa, ni guapa, sino... ¡divina! Vamos, que te he hecho tilín. A un ahorcado no se le hace tilín tan fácilmente; pero... Abismo de flores, de veras te digo que si no estuviera con la soga al cuello... Pero no, ¡fuera simplezas! El médico, el médico es el que habla ahora».
Palabra del Dia
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