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Actualizado: 29 de mayo de 2025
Pero la joven se asustó, pensando que si decía la verdad podía exponer a su benefactora a un peligro. Se puso a balbucear y dijo: Un ruido, un crujido... No me hagas hervir la sangre, ¡desgraciada! dijo Mathys . Vamos, ¿qué es lo que has oído? Sin duda a los pájaros nocturnos en la torre.
Al fijarse sus apagados ojos en aquel montón de cabecitas rubias y negras, que atentamente le miraban, apiñadas y expresivas como los angelitos de una gloria de Murillo, comenzó a balbucear, y las lágrimas le cortaron la palabra. ¡No lloro porque os vais! pudo decir, al cabo . ¡Lloro porque muchos no volverán nunca!...
Nadie recuerda cuando nació Pepay ni quién la bautizo, pero todos saben es sobrina de su tía. Tan luego empezó á balbucear en la Cuaresma las dos mil mangas que empiezan con manga Pilatos, y concluyen con manga celestial, Pepay pasó del bullicio de la casa al recogimiento del beaterio. Allí aprendió á leer y escribir, y en estos progresos murió la tía. La pensión dejo de pagarse.
La niña, hízole, entonces, disimuladamente, una señal para que siguiese más lejos y, cuando creyó haber burlado la vigilancia de las dueñas, pidiole que pasara a su jardín. Se saludaron como en un estrado y Ramiro no acertó a balbucear uno solo de los ingeniosos conceptos que había ordenado para decirla. Aquel juego se repitió muchas veces.
Las palabras eran impotentes ante su desesperación. Sólo había sabido balbucear, como si hablase con ella misma: «Yo alemana... El se va; tiene que irse... Sola... ¡sola para siempre!...»
Adquirían para ella una nueva fisonomía; decían otra cosa: la verdad. Recordaba los relatos de cautivos moribundos venidos de aquellos campamentos de suplicio, y los renglones parecían balbucear, con el gemido de un niño enfermo: «Mamá... hambre. ¡Tengo hambre!» Hubo momentos en que creyó perder la razón.
Resonaba en el fondo de la galería un piano destemplado que parecía balbucear, de mala gana, un monótono tema de los ejercicios de Hanon. Esta música sonó, sin embargo, como un concierto celeste en los oídos del niño; desapareció su abatimiento, renació su alegría y echó a correr de nuevo hacia aquella estancia. ¡Lilí!... ¡Paquito!...
Transcurrió un minuto; aún rechinaban los goznes de la puerta, cuando don Quintín oyó el timbre de una voz que le dejó trémulo de espanto; apenas sus labios acertaron a balbucear un nombre: ¡¡Es Frasquita!! También sonó la voz de Carola: Buena mujer decía , aquí no vive ese señor. ¡Ya lo sé, ya lo sé! repetía la voz espantable ; pero ahí dentro está; ¡déjeme usted pasar! ¿Es usted su criada?
Luego cesó de oír. Hablaba el confesor, y su voz, ahogada por la rejilla, gangosa y obscura por la costumbre del recato, llegaba hasta Pepita como el balbucear de un pequeñuelo: «
Llegó y todo se supo; el Obispo rezaba ante una imagen de la Virgen, y al oír que don Santos se negaba a recibir al Señor, y a confesar, levantó las manos cruzadas... y con voz dulcemente majestuosa y llena de lágrimas, exclamó: ¡Madre mía, madre de Dios, ilumina a ese desgraciado!... Estaba pálido el buen Fortunato; le temblaba el labio inferior, algo grueso, al balbucear sus plegarias íntimas.
Palabra del Dia
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