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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Esto no pasaba en Tablanca, donde no se sentía una mosca, ni tenían entrada aquellos personajes más que con su cuenta y razón. Daba gusto aquella hermandad de unos con otros, y aquel ayuntamiento sin deudas, y aquel vecindario sin hambre y bien vestido. Pues toda esta ventura acabaría con don Celso, si yo no me animaba a recoger los frenos que él soltaría de sus manos al pasar a vida mejor.

Son tantas las causas que impulsan a Isaac a destruir sus obras y a darse muerte después, que el lector no acierta a determinar cuál de ellas ha sido la más importante: si el poco éxito que en el Ayuntamiento ha tenido su perorata; si la censura, aunque severa, no del todo infundada, de algunos de sus trabajos artísticos; si la separación de Filipinas, que hace casi imposible que le paguen el monumento a Legazpi; si sus grandes apuros pecuniarios; y, por último, si el desamor y el insolente desdén de su mujer, pintada en la novela de mano maestra.

En 1776 se quitó la primitiva máquina de San Marcos, estrenándose el nuevo reloj en 13 de Junio del citado año, habiendo sido construído en Londres por Tomás Hatton, según se lee grabado en la esfera interior, que es de metal, encontrándose además en dicha esfera el nombre de Eugenio Escamilla, que fué nombrado relojero del Ayuntamiento de Sevilla en 25 de Febrero de 1789.

La casualidad nos llevó á la plaza en que está erigido el monumental edificio del Ayuntamiento. ¿Dónde está el hotel de los Extranjeros? pregunté. Enfrente de nosotros; esa gran fachada iluminada. No es una casa de diez y siete pisos como las de Nueva York; aquí tenemos sitio abundante para edificar. ¿Quiere usted entrar? Hay un magnífico restaurant...

Mira al secretario del ayuntamiento qué casa tan hermosa está levantando en la plaza.» ¿Y qué sueldo tiene el secretario? preguntaba Octavio. Diez mil reales. ¿Y con diez mil reales al año se levantan casas magníficas? Ahí verás respondía D. Baltasar guiñando maliciosamente el ojo izquierdo.

¿Y no se puede levantar esta baldosa? indicó ella, pisando fuerte en ella. ¿Esta baldosa? repitió Deogracias, poniéndose de pie y mirando a su ama como se mira a la persona de cuya razón se duda . Por poderse... avisando al Ayuntamiento... El teniente alcalde Sr. Aparisi, es vecino de casa... Pero...

Supe con asombro que no había en el lugar más que una taberna, y ésa de la propiedad del Ayuntamiento, que vendía el vino casi con receta y para que cada consumidor lo bebiera en su casa; de donde resultaba, por la fuerza de la costumbre, que era muy mal mirado el hombre que mostraba instintos «taberneros», y mucho peor el que se dejaba arrastrar de ellos, aunque fuera pocas veces.

¡Pobre adolescente! ¿Para qué había nacido? ¿Qué iba a dejar de su paso por el mundo? ¿Por qué la Naturaleza, que muchas veces niega su fecundidad a seres fuertes, se había mostrado pródiga en el ayuntamiento sin amor de un tísico moribundo? De nada le servía tener caballos, carrozas, servidores uniformados que le saludasen y papanatas que le dieran vivas.

Se diría que hay en esta colección cuanto se custodiaba en las escribanías de Arsinoe y en el archivo de su Ayuntamiento: contratos de matrimonio, partes de defunción, recibos de contribuciones, pagarés, escrituras de compra, venta y arrendamiento, etcétera, etc.

En otro tiempo hubo allí un cubil, y en el cubil un cerdo que se criaba con los desperdicios; pero el Ayuntamiento mandó quitar el animal de San Antón, y el cubil estaba vacío. Desde el anochecer se puso allí Mauricia la Dura, sola, sobre el montón de mantillo; y como era el sitio más caldeado, nadie la quiso acompañar.

Palabra del Dia

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