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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Contaba con poderosos amigos, capaces de ayudarle si deseaba trabajar. Los restos de su fortuna serían para él cuando muriese. Alicia agarró una de sus manos con la ternura del agradecimiento. «¡Cuán bueno eres!...» Pero de pronto secó sus lágrimas, sus ojos brillaron con una energía que parecía dirigirse contra ella misma, y continuó con voz dura: No, no quiero.
»Todo lo que treinta años de trato con los hombres más eminentes y de observación constante en el orden físico y en el moral me han producido en influencia y en conocimientos, lo pondré a su disposición para que se sirva de ello. »Y no sólo me propongo ayudarle en el cumplimiento de la misión que le encargan, sino que su trabajo lo llevaré a cabo yo mismo.
Quedó el P. Joseph extrañamente maravillado y pensativo, por no entender qué se le quería significar con aquella visión, hasta que pasando poco después por orden de los Superiores á la conversión de los Chiriguanás lo conoció en la Reducción de San Ignacio, donde aunque había gran multitud de gente, con todo eso el hablarles de su conversión era predicar á las piedras, ó como dicen, en desierto, sin poder reducir ni aun uno sólo de aquellos obstinados, ni tener aún un sirviente que le asistiese en el altar, por lo cual se vió obligado á cultivar con sus manos una huertecilla, y con el sudor de su rostro recoger alguna cosa con qué pasar la vida; iba en persona al bosque á traer un haz de leña y al río por un cántaro de agua, mirándole entre tanto aquellos bárbaros sin moverse á ayudarle.
Matando a uno, quedaba desarmado ante el otro. Si les dejaba ir sin encontrar nada, se vengarían quemándole la barraca. Pero el que estaba en acecho se cansó de la torpeza de su compañero y fue a ayudarle en la busca. Los dos formaban una oscura masa obstruyendo la boca del horno. Aquella era la ocasión. ¡Alma, Sènto! ¡Aprieta el gatillo!
Había que dejarse ver de las gentes, frecuentar las tertulias de Fornos, visitar algunas redacciones, callejear con ciertos amigos noctámbulos que podían ayudarle. El la amaba como siempre; pero se debía a la literatura y al público. Una noche asistió a un banquete en honor de un compañero que acababa de publicar un tomo de versos.
Compadecidos ante tanta debilidad, se acercaron Juanito y Polonia para ayudarle a levantarse, y en el mismo momento que se inclinaban hacia la tierra, el hombre de un brinco se puso en pie, cogió por el cuello a Polonia y la derribó brutalmente en el suelo.
D.ª Marciala, la esposa del boticario de la plaza, había ido a Sarrió a llevarle calcetas estando el presbítero pasando una temporada con su familia. D.ª Filomena, viuda de un teniente de navío, hacía a su hijo único ir a ayudarle a misa todos los días. Sin embargo, habíase notado cierta preferencia en él por Obdulia, la hija de Osuna, administrador de Montesinos.
Bajando de la ciudad hacia el valle y describiendo largo rodeo, Ramiro entraba ahora por aquella ventana, cuyo escalamiento exaltaba su caballeresca fantasía. Aixa le esperaba en el vano, tendiéndole los brazos para ayudarle a subir. Pero ya no pasaban todas las horas sobre las vistosas almohadas; llegada la tarde, la morisca le llevaba a una terraza descubierta que avanzaba hacia el mediodía.
Además, pensó en que sería este sacrificio digno de la generosidad que con él tenía su hermano. Ya que no podía ayudarle con grandes auxilios de dinero, demostraría sus deseos de trabajar. Los escrúpulos de amor propio desvanecíanse en él ante la esperanza de llevar a casa un par de pesetas.
Desea su muerte, gentleman, y si no puede organizar lo de la inyección venenosa, buscará otro medio. Debe ayudarle en estos planes el vanidoso Golbasto. Ya no creo que el tal Golbasto sea un gran poeta, ni mediano siquiera. La otra noche quise releer sus versos, y me parecieron despreciables. ¡Ay, no poder permanecer yo á su lado, gentleman, para seguir su misma suerte!...
Palabra del Dia
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