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Actualizado: 18 de junio de 2025


No he de negar yo que las obras de tan célebre autora puedan haber servido de estímulo al talento del presbítero novelista; pero son tales las diferencias entre lo escrito por él y lo escrito por la ingeniosa hija de Böhl de Faber, que no permiten afirmar la imitación ni suponer que ambos autores pertenecen a la misma escuela.

Aquí y allá, entre las descripciones, había esbozos a pluma y a lápiz, vistas de parajes, reproducciones de tipos; la mano de la dibujante era al mismo tiempo agraciada y firme. De trecho en trecho aparecían algunas sentencias morales sin relación aparente con las notas vecinas, y demostraban que detrás de la tranquilidad exterior una inquietud secreta atormentaba a la autora.

BENITO. Señora autora, aquí no os ha de pagar ninguna Antona, ni ningún Antoño; el señor regidor Juan #Tostado# os pagará más que honradamente, y si no el Concejo. ¡Bien conocéis el lugar por cierto! Aquí, hermana, no aguardamos a que ninguna Antona pague por nosotros. CAPACHO. ¡Pecador de , señor Benito Repollo, y qué lejos da del blanco!

De lo que pensó en aquella larga noche, que pasó tendida en un sofá, dará idea la siguiente carta, no destinada seguramente por su autora a la publicidad, ni menos al aplauso de las generaciones venideras: «Querido Padre Urtazu: Las rabietillas que usted me anunció van empezando a venir, y más pronto y más a montones de lo que yo creía.

Dentro, en aquel infierno que rugía buscando expansión, estaba el abuelo, el pobre tío Rabosa, inmóvil en su sillón. La nieta se mesaba los cabellos, acusándose como autora de todo por su descuido; la gente arremolinábase en la calle, asustada por la fuerza del incendio.

¿Y de quién era? preguntó la viuda con curiosidad ansiosa. De una tal Clarita. Pero ¡qué carta, doña Manuela! ¡Qué cosas tan indecentes había en ella! Parece imposible que hombres honrados y con hijos puedan leer tales porquerías. Y la pobre mujer ruborizábase, mostrando en su cara nacida y lustrosa de monja enclaustrada la misma expresión de vergüenza que si fuese ella la autora de la carta.

Era una tarjetita femenina, sin fecha y sin firma, que olía á violetas. ¿Cómo se llama su autora? ¿Dónde reside?... Lo ignoro, pues ni el cartoncito ni el sobre lo decían. ¡Oh, el misterio, el poético misterio, á la vez lancinante y sabroso!... Lectora, cuya alma sensible adivino, leyendo astutamente entre líneas el dolor de mi alma: yo, para quererte, no necesito conocer la blancura de tus manos, ni saber si son tus ojos hermosos, ni de qué color tienes los cabellos.

Si faltaba en la carta una explícita alusión al desesperado propósito de su autora, tenía que parecer menos probable que nunca el que, una hora después, ésta se hubiera matado; pero ¿a cuál de los dos acusados se debía imputar el delito? ¿Se podía abrigar la esperanza de que la Condesa hubiera expresado en la carta el temor suscitado en ella por la amenazadora actitud de uno u otra? ¿No era más probable que la carta no fuese explícita en sentido alguno, y que, aun confirmando la angustia que embargaba a la infeliz, no anunciara la intención de ésta de morir?

Su mirada no se cruzó jamás con la del sacerdote; pero supo bien dar a este miedo el aspecto de desprecio. Deseo que manifieste la querellante preguntó el abogado defensor cómo es que, habiendo sucedido todo lo que acaba de declarar, se confesó después única autora de aquella fuga y nada dijo hasta trascurrido mucho tiempo de la violencia de que fue objeto. No he dicho nada por vergüenza.

Todas se referían a los estudios de la nihilista, había muchas escritas sobre las cuestiones sociales más discutidas, borradores de artículos destinados a la revista americana The Rebel, y a otras hojas españolas y holandesas de las cuales la autora era corresponsal.

Palabra del Dia

lanterna

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