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¡Señora! exclamó con el acento de la dignidad ofendida doña Clara. Pues bien, léelas. ¡Ah, no; no, señora! dijo la joven rechazando con respeto las cartas que le mostraba la reina. Te mando que las leas dijo con acento de dulce autoridad Margarita de Austria. Doña Clara tomó cuatro cartas que le entregaba la reina, abrió una y se puso á leerla en silencio. Lee alto dijo la reina.

Una de las escenas siguientes nos ofrece esta entrevista, interrumpida por la aproximación de Don Juan de Austria.

Al pronto, las representaciones de su propio porvenir se confundieron y conformaron a los grandes episodios antiguos. Alucinado por la lectura, llegaba a creerse, él mismo, el héroe de la narración. Fue sucesivamente Julio César, el Cid, el Gran Capitán, Hernán Cortés, don Juan de Austria.

¡Cuando haya vuelto Lerma...! ¡Cuando...! no, no, doña Juana, yo volveré; yo volveré... esta noche á la media noche... esperadme... y yo, yo, Felipe de Austria, no el rey, os lo agradecerá. Y Felipe III, como quien escapa, se dirigió á la puerta secreta, desapareció por ella y cerró. La duquesa viuda de Gandía volvió á quedarse sola.

Y me trajo consigo á palacio; habló al rey, que le oyó benévolamente; y le envió á la reina, y la buena Margarita de Austria se conmovió de tal modo al ver tanto dolor, que me abrazó, me besó en la frente, y me recibió como menina en su servidumbre.

Y movida del mismo impulso mecánico, la señora de Rubín corrió al balcón de la sala, y abrió quedamente la madera... En efecto, le vio atravesar la calle y doblar la esquina de la de Don Juan de Austria. Tampoco había mirado para los balcones de la casa, como es natural mire el chasqueado expugnador de una plaza, al retirarse de sus muros.

Fotog. Carlos I llegó a tener más de seiscientos cuadros: conocido su poder, fácil es colegir los tesoros que acumularía en los palacios de los Países Bajos, de Italia y de España; sólo su tía doña Margarita de Austria, le legó más de cien pinturas: ni Francisco I de Francia, ni Enrique VIII de Inglaterra, llegaron a poseer riqueza parecida.

Hay ademas en la capital del Austria cinco ó seis bibliotecas, con excelentes empleados á su frente y numerosas y preciadas colecciones de libros. Las academias, ateneos, y demas establecimientos literarios, responden á las necesidades intelectuales del pais.

La especial contextura de aquel infatigable guerrero, su alta y amplísima cavidad torácica; sus anchos y elevados hombros; sus cargadas espaldas; su cráneo característico; su ángulo facial, típico en la casa de Austria; la depresión de la boca; la prominencia de la barba por el descompasado avance de las mandíbulas: todo se apreciaba exactamente, y no en esqueleto, sino vestido de carne y cubierto de una piel cenicienta, ó más bien parda, en que aun se mantenían algunos raros pelos de pestañas, barbas y cejas y del siempre atusado cabello.....

Huyendo de Richelieu, contra quien había conspirado, vino a España en 1637 Madama María de Rohan-Montbazon, Duquesa de Luynes y de Chevreuse, favorita de Ana de Austria, mujer de gran inteligencia, vida llena de aventuras y singular belleza, cuya aparición en Madrid debió de traer revueltas y curiosas a las gentes.