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Bastantes canas daban ya un color ceniciento á la primitiva negrura de sus cabellos. Su semblante, lleno de gravedad austera, era muy hermoso. Las facciones, todas de la más perfecta regularidad. Era Doña Blanca alta y delgada. Sus manos, blancas, parecían transparentes.

El hará lo que quiera, o lo que es lo mismo, seguirá con esa mujer hasta que se canse o reviente de una indigestión de pecados como su padre... ¡Dios mío! ¿y para esto he sufrido yo? ¿para esto me he sacrificado años y más años queriendo hacer de él un grande hombre? La austera doña Bernarda, vencida en su autoridad por la rebeldía tenaz del hijo, lloraba hablando con su íntimo confidente.

A la vuelta del Duque, se vengó de ella el desdeñado haciendo creer á su esposo que la austera dama tenía relaciones criminales con un Paje. El Duque, celoso ya por carácter, da fácil crédito á esta acusación; ordena matar al Paje, y se refugia con la Duquesa en aquel castillo solitario.

Entretanto el señor Aubry se encariñaba cada vez más con aquel huérfano que le manifestaba tan candorosamente su afecto, siempre que se le ofrecía la ocasión. Pero precisamente porque el señor Aubry comenzaba a interesarse seriamente por el niño, quería formarlo, como había sido formado él mismo, en la escuela austera de la labor ruda.

¡Vamos, señor Ángel, tenga usted mundo! exclamó Romadonga dándole palmaditas cariñosas en el hombro. Hoy la sociedad es muy distinta de cuando nosotros nos criamos. Lo que a nuestros padres les parecía imperdonable, ahora es cosa corriente... Mozo, échanos otra copa... Al contrario, en la actualidad se considera de mal gusto y hasta cursi esa virtud austera de nuestros mayores.

Parecia un difunto que se tenia de pié. ¡Qué arte tan sábio es el amor! ¿Qué Rachel, qué actriz del mundo, hubiera corrido como corrió aquella mujer, hubiera dado aquel abrazo como aquella mujer lo dió, y hubiera arrancado á llorar como lloraba la infeliz campesina? ¿Ni qué Talma, ni que Latorre, hubiera bajado la cabeza, y dejado caer los brazos con la ruda y austera poesía con que lo hizo aquel pobre paleto? ¡Ah!

La sala del trono, con cierto aire de grave y reposada aristocracia, con la elocuencia imponente, venerable y austera de la antigüedad, con la fantasía lúgubre y poderosa del pasado: y las dos salas de los prebostes, con cierto aire de cordialidad y de franqueza, de barbarie agreste y de recta justicia, con esa mistura de desenfado y de miramiento que veneramos en los antiguos, el desenfado del hombre rudo, y el miramiento religioso del hombre de bien; esas tres salas, que pudieran llamarse de los cristianos viejos, nos atraen magnéticamente con dos emociones distintas: la emocion de la historia, y la emocion de la poesía; esa poesía que va unida al orígen de todas las cosas, porque la infancia, la niñez, es naturalmente poética; la poesía que tiene la cuna, en donde la madre cria á sus hijos.

Cuando un grito de angustia ha ascendido del fondo de vuestro corazón, no lo habéis sofocado antes de pasar por vuestros labios, con la austera y muda altivez del estoico en el suplicio, pero lo habéis terminado con una invocación al ideal que vendrá, con una nota de esperanza mesiánica.

No teniendo ahora nada que perder para con el mundo, y sin esperanzas, y acaso tampoco sin deseos de ganar alguna cosa, su vuelta á la senda austera del deber sólo podría atribuirse á un verdadero amor de la virtud.

¿Y la familia de usted? preguntó la Torrebianca con una expresión austera, desmentida al mismo tiempo por sus miradas. El hombre respondió con el cinismo optimista de un rico, convencido del poder del dinero, que espera arreglar mediante su intervención todos los conflictos. Mi familia quedará en Buenos Aires, mejor instalada que nunca.