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Actualizado: 19 de junio de 2025


Construyó ciudades, introdujo el culto del Sol y nombró dos jefes a quienes confirió el poder eclesiástico y secular, retirándose luego, bajo el nombre de Idacanzas, al valle Santo de Iraca, cerca de Tunja, donde vivió en los ejercicios de la más austera penitencia, por espacio de 2000 años».

Aquellos hombres de ciencia profunda, de estudios graves, de vida austera y retirada, cultivaban macetas de flores en sus terrados y criaban pajaritos con paternal esmero; porque si el paganismo puso lo sublime en la heroicidad, el cristianismo lo ha puesto en la sencillez.

Cuanto no era lícito y puro en el pensamiento y en la palabra ofendía sus oídos de austera matrona; pero en un lugar hay que sufrir tales libertades o hay que aparentar que no se oyen. El propio don Alvaro no era nada mirado en el hablar, ni menos aún lo eran las personas que le rodeaban.

Raúl, por su parte, afectaba las maneras discretas, respetuosas y casi tímidas de un hombre de mundo ante una simple joven, lo que, por poco coqueta que fuese, era para la austera institutriz la más delicada adulación.

Ramona era bonita, elegante, no tenía nada de necia y mientras vivió en la alta sociedad, y no cayó en la sima, hubo de tener admiradores, amigos jóvenes y viejos que la estimasen, que la atendiesen, y con alguno de los cuales, a pesar de todo su recato y severidad de costumbres, pudo ella ser amable, concediendo aquellos favores de casta predilección y de limpia y amistosa confianza que no ya la austera virtud, pero ni la santidad prohíbe. ¿Cómo es que ninguno de esos amigos trató primero de evitar que cayese en la sima, o procuró después sacarla de ella sin exigirle en pago la humillación y la deshonra?

A pesar de su austeridad, tan probada y acendrada durante veinte años, sintió que en el fondo de su pecho pugnaba por salir y le retozaba la risa al notar tanta juvenil desvergüenza; pero al fin triunfó la condición austera de la egregia dama, y despidió al mancebo, diciéndole: Está bien, niño; pero mejor estaría si tu maestro o tu ayo te hubiera enseñado menos retórica y más comedimiento y circunspección para no faltar al respeto que a una ilustre dama se debe, y que se debe también a su casa y a su servidumbre.

De este modo, llegaba a ser en extremo humillante la posición que ocupaba en aquella noble y austera residencia la mujer que el público de Madrid adoraba de rodillas.

Por otra parte, ella no sale nunca sino á misa de diez, y eso..... con su mamá, que es mucho más austera que su papá. Pero, en fin, va á misa..... «¡Oh sublimidad del Catolicismo! ; la ve durante treinta minutos; pero ¿cómo la ve? A media luz, con un espeso velo echado sobre el rostro, de perfil, de rodillas, con los ojos clavados en el libro..... ¡Pícaro velo! ¡Pobres rodillas de su alma!

Y este fué el timbre, el sello más glorioso que señaló tu espléndida carrera; rimaste el pensamiento vigoroso con la indomable voluntad austera. Aquí estás ya en lo eterno de la piedra, genio vindicador de nuestra raza. A tu columna, con amor de hiedra, nuestra ferviente admiración se abraza.

Era ésta mucho mayor que Fernando, casi le doblaba la edad pues no andaba ya muy lejana de los cuarenta: se había casado con el conde de Peñarrubia y estaba hacía algunos años separada de su marido por motivos poco honrosos para ella. Vivía sola en Madrid. Sus aficiones a la sociedad y aun a la galantería, según murmuraban, no encajaban en la austera y piadosa mansión de su madre.

Palabra del Dia

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