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Actualizado: 18 de mayo de 2025
En efecto, habían ido más allá de cuanto habían surcado con sus quillas los más audaces navegantes, árabes, chinos, japoneses y portugueses; más allá de lo hasta entonces explorado y hasta soñado. Nadie había llegado jamás adonde ellos estaban, o si había llegado nadie había vuelto. Hacía ya no pocas semanas que sólo veían cielo y mar. El mar se les antojaba infinito como el cielo.
Una barca desarbolada iba como pelota de ola en ola hacia la siniestra punta. La gente gritaba en la playa viendo a los tripulantes tendidos en la cubierta, anonadados por la proximidad de la muerte. Se hablaba de ir hasta la barca, de echarla un cabo, de atraerla a la playa; pero los más audaces, mirando las olas que se desplomaban llenando el espacio de polvo de agua, callábanse atemorizados.
La causa de esto parecía ser como una sed de su espíritu, que se fomentaba, sin aplacarse, de audaces previsiones de lo futuro, de un perpetuo imaginar hechos que pasarían, que tendrían que pasar, que no podían menos de tomar su puesto en las infalibles series de la realidad.
Hoy se tiene por barbaridad lo que mañana quizá se mire como una gran acción. Nada, hombre...palante, palantito...». Siguió hablando en este tono y desarrollando su idea con tal copia de audaces juicios, que los muchachos le oían como si fuera una sibila. «Lo que yo quiero es moneda volvió a decir Mariano con rudeza concisa. ¡Ah!, ya no quieres celebridad, sino plata.
Aunque en tiempo de paz es gente humilde y tranquila, son en el de guerra audaces y altivos, como experimentaron los Tehuelches y Diviheches, muy á su costa; pero ya estan reducidos á un pequeño número, habiendo sido la mayor parte destruidos por las viruelas. Sus caciques, que aun viven, son Geijeihu, y Daychaco.
Eso no pertenece a vosotros tres porque seáis más audaces; pertenece a todos, como de todos son las riquezas de la tierra.
Las mujeres no podemos amar sino a los hombres fuertes, audaces. ¿Crees que nos da gusto ser raptadas, robadas, reclamadas, perdidas, encontradas y vivir siempre así? UNA VOZ. ¡Proserpinita querida! PROSERPINA. ¿Cómo te va, amigo mío? Apenas me habitúo a un hombre, llega otro y me roba; apenas me aficiono al nuevo marido, se presenta el primero y se empeña en que me vaya con él. ¡No, Marcio!
Suyos son algunos de los rasgos más audaces con que ha de destacarse en la perspectiva del tiempo la obra de este siglo.
Los alrededores del depósito estaban ocupados por grupos de hombres con blusas blancas, de mujeres con los brazos arremangados, que acababan de salir de los lavaderos. Todos comentaban la catástrofe con gritos de cólera y maldiciones. Las mujeres eran las más audaces y ruidosas. Miraban hacia Madrid levantando los brazos con expresión amenazadora.
Primero fue Proudhon con sus audaces escritos; después completaron la obra algunos «militantes» que trabajaban en la misma imprenta que él, viejos soldados de la Commune que acababan de volver del destierro o de las prisiones de Oceanía, y reanudaban su campaña contra la organización social con un ardor acrecentado por los dolores sufridos y el ansia de venganza.
Palabra del Dia
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