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En efecto, habían ido más allá de cuanto habían surcado con sus quillas los más audaces navegantes, árabes, chinos, japoneses y portugueses; más allá de lo hasta entonces explorado y hasta soñado. Nadie había llegado jamás adonde ellos estaban, o si había llegado nadie había vuelto. Hacía ya no pocas semanas que sólo veían cielo y mar. El mar se les antojaba infinito como el cielo.

La noche era admirable; la brisa traia los perfumes de los jardines de San-Thomas; las ondas de la bahía suspiraban dulcemente bajo las quillas de los altos navíos y paquebotes; el silencio iba sucediendo poco á poco a todos los rumores de la vida, y después todo fue misterio, majestad y poesía.

En este tiempo llegò alli el Governador con vn Vergantin, que en la Trinidad comprò, i traìa consigo vn Piloto, que se llamaba Miruelo: havialo tomado, porque decia, que sabia, i havia estado en el Rio de las Palmas, i era mui buen Piloto de toda la Costa del Norte. Dexaba tambien comprado otro Navio en la Costa de la Habana, en el qual quedaba por Capitan Alvaro de la Cerda, con quarenta Hombres, i doce de Caballo; i dos dias despues que llegò el Governador, se embarcò, i la Gente que llevaba eran quatrocientos Hombres, i ochenta Caballos, en quatro Navios; i vn Vergantin. El Piloto, que de nuevo haviamos tomado, metiò los Navios por los Baxìos, que dicen de Carnarreo, de manera, que otro dia dimos en seco, i asi estuvimos quince dias, tocando muchas veces las Quillas de los Navios en seco: al cabo de los quales, vna Tormenta del Sur metiò tanta Agua en los Baxìos, que podimos salir, aunque no sin mucho peligro: Partidos de aqui, i llegados

En la época en que visitamos Magallanes no existía en aquel lugar de actividad más que soledad y compactas malezas que medio ocultaban los carcomidos pilotes que en otros tiempos sostuvieron las quillas de cientos de barcos.

La tarea era más ardua, aunque al principio menos lucida. Todo ello, no obstante, no se oponía, y ya el Padre Ambrosio lo pronosticaba, a que, salvado el valladar del enorme continente nuevo, surcasen las quillas castellanas más largos y desconocidos mares, diesen la vuelta al mundo y encontrasen, caminando siempre hacia el ocaso, a los portugueses en el extremo Oriente victorioso.

Verás tambien magestuosamente tendidas ocupando el inmenso cuadrilátero que bordan las sagradas almenas, y en perfecto paralelismo, las diez y nueve quillas de las naves con que parecia cubierto el gran templo antes de abrumarle con sus actuales bóvedas, y te figurarás que al despedirse los árabes de su amada Córdoba cuando surcaban su rio veloces carabelas, dejaron en carena esas diez y nueve naves para volver algun dia por ellas.

Adoraba el mare nostrum lo mismo que el médico Ferragut, pero su entusiasmo no prestaba atención á las naves fenicias y egipcias que con sus quillas habían arado por primera vez estas olas. Igualmente saltaba distraído sobre las trirremes griegas y cartaginesas, las liburnas romanas y las monstruosas galeras de los tiranos de Sicilia, palacios á remo con estatuas, fuentes y jardines.

Yo soy el pescador, amiga mia, eres la reina, que si acaso un dia Pidieses á mi ardor Una joya de adorno á tu belleza, Como esclavo, en el mar de mi cabeza Fuera á buscar la perla del amor. Si fuese rey, te diera mi corona, Y mi imperio desde una á la otra zona, Del mar undoso las flotantes quillas, Mis vasallos postrados de rodillas, Por obtener de , mujer amada, Tan solo una mirada!