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Actualizado: 18 de mayo de 2025
La persecución duraba una media hora. Los más audaces y curiosos estaban en las cubiertas, y creían ya segura su salvación al ver que el vapor dejaba atrás á su enemigo.
Sin embargo, no parecían dispuestos a alejarse, y seguían dando desaforados gritos y blandiendo sus armas en son de amenaza. Hans y Cornelio no estaban inactivos, y de vez en cuando disparaban contra los más audaces, y sus balas no se perdían, pues a cada disparo veían caer en la playa a un salvaje para no levantarse más.
Una bata de terciopelo fuego encerraba apenas el misterio de su pecho, dejando adivinar las líneas audaces de sus senos altos y erguidos como los de la Venus de Milo.
Si se casaba una muchacha de la costa, célebre por su belleza, á la salida de la iglesia surgían los impíos, disparando sus trabucos y acuchillando á los hombres sin armas, para llevarse las mujeres con sus ropas de fiesta. De todo el litoral sólo temían á los navegantes de la Marina, tan audaces y belicosos como ellos.
En cambio, los enemigos y la gran masa del público, que desea peligros y muertes, ¡qué injustos en sus apreciaciones! ¡qué audaces para insultarle!... Lo que toleraban a otros matadores, estaba vedado para él. Le habían visto audaz, lanzándose ciegamente en el peligro, y así le querían para siempre, hasta que la muerte cortase su carrera.
Sabían que en el «Palacio de Cristal» había descalabrado a dos compañeros de los más audaces y que en todas las cuevas del Príncipe Pío, por su labia y por la facilidad con que empalmaba la navajilla, no le disputaba nadie el mejor sitio para dormir y las primeras hembras del rebaño de vendedoras de periódicos y explotadoras de señores viejos que seguían a los golfos en sus antros.
Según él, siempre habrá pobres y ricos, y figurándose ya la revolución social triunfante, dio por ineludible resultado que los que ahora son ricos queden pobres; que algunos de los pobres más listos y audaces se hagan ricos y que la muchedumbre de los pobres se aumente en número y padezca mayor miseria, porque gran porción de la riqueza se habrá consumido o destruido con las huelgas, alborotos y guerras civiles.
Iriberri era un viejecito pequeño, imberbe, con el aire enfermizo, el pelo rubio y los ojos ribeteados. Después he sabido que Iriberri fué uno de los capitanes más audaces de su tiempo. Iriberri me aseguró que Juan de Aguirre había estado, como él, haciendo el comercio de negros y de chinos hasta que fué apresada su urca por un crucero inglés.
Países desconocidos sirven de fondo a estas narraciones y las hacen más originales: las llanuras nevadas de Alaska, país misterioso del oro; las remotas islas del Pacifico, con sus costumbres pintorescas; la vida en el mar durante las travesías peligrosas y audaces.
El pánico se había apoderado de los hombres de negocios: por la Bolsa, por todos los círculos financieros soplaba un viento helado de muerte; los más audaces huían; los más valientes se apresuraban a poner en salvo su dinero; a las puertas del Banco de España se acumulaba la muchedumbre para cambiar por plata los billetes.
Palabra del Dia
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