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Actualizado: 18 de mayo de 2025
Ferragut resumía los méritos y defectos de los hombres de su raza. Unos habían sido bandidos y otros santos, pero ninguno mediocre. Sus empresas más audaces tenían mucho de reflexivo y práctico. Cuando se dedicaban al negocio, servían al mismo tiempo á la civilización. En ellos, el héroe y el mercader se mostraban tan unidos, que era imposible discernir dónde terminaba el uno y empezaba el otro.
Muchos de estos defectos no podían menos de tenerlos los aventureros audaces que envió España á América; pero la misma España no los tenía. ¿Pueden ser más filantrópicas que lo que son las leyes de Indias? ¿Se mostraron nunca nuestros legisladores crueles ni faltos de caridad para con los pueblos salvajes ó semi-salvajes á quienes civilizamos y cristianizamos? ¿Ha habido nunca pueblo de más católico corazón que el pueblo español?
Señores míos gritaba á los audaces discípulos al mismo tiempo que requería la caña , todos aquí. ¿Se imaginan que no hay mas que pasar el día divirtiéndose?... En este centro se trabaja. Y para demostrarlo con el ejemplo, movía la caña que era un gusto, introduciendo á golpes en el redil de la sabiduría á todo el rebaño de pilletes juguetones.
Cuando supo toda la verdad, tuvo un momento de indignación y de protesta valiente, como al dar su mano a Melchor; pero ya era tarde para remediar el mal. El doctor había jugado fuerte, perdiendo miles de duros; mantenía queridas costosas por pura ostentación y emprendía viajes divertidos por toda España con audaces compañeros de bureo. La fortuna de doña Manuela estaba casi destruida.
Jefes, pastores audaces que la guiasen a las alturas, conociendo el camino. ¡Ay, si los que nacían en su seno armados con la potencia del pensamiento no desertasen, avergonzados de su origen! ¡Si los siervos de la pobreza, como él, en vez de ofrecerse cobardemente a los poderosos, se quedasen entre los suyos, poniendo a su servicio lo que habían aprendido, esforzándose en regimentar a la horda, dándola una bandera, fundiendo sus bravías independencias en una voluntad común!...
El horror y la esquividad del paisaje crecían a cada paso. Hasta los más audaces se asustaban y anhelaban volver atrás. La terca persistencia de Morsamor y el respeto que Morsamor infundía los forzaba a seguir adelante.
Contaba un amigo mío, marino, que cuando estuvo en ciertas ciudades de América, era muy mozo, y pretendía a las damas con sobrada precipitación, y que ellas le decían con un tonillo lánguido americano: ¡Apenas llega y ya quiere!... ¡Haga méritos si puede! . Si esto pudieron decir aquellas señoras, ¿qué no dirá el cielo a los audaces que pretenden escalarle sin méritos y en un abrir y cerrar de ojos?
Quiso mover otra vez su cabeza negativamente y parpadeó con una expresión angustiosa, pretendiendo defenderse y teniendo al mismo tiempo la certidumbre de que le sería imposible. «¡Pobrecita Flor de Río Negro!», pensó. Los brazos que rodeaban su cuello le oprimieron dulcemente y tiraron de su cabeza, inclinándola poco á poco hacia el rostro femenil que avanzaba unos labios ávidos y audaces.
Otra persona formaba parte de la familia del Fraile; pero los lazos que la unían a ella eran tan efímeros y débiles como los que atan una estrella errante a un sistema planetario. Era un estudiante de Medicina, famoso entre los de su Facultad como hábil tocador de guitarra, alegre confeccionador de chistes y calavera de los más audaces.
Sus mercaderes eran audaces para la navegación, ásperos para la ganancia, prontos para la pelea. Tal vez por ser los genoveses de igual carácter y sus vecinos más inmediatos, rompían con ellos.
Palabra del Dia
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