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Actualizado: 17 de octubre de 2025
Pero bien pronto conoció que iban á faltarle las fuerzas; sintió en el costado un dolor atroz, nublóse su vista y haciendo un esfuerzo supremo se inclinó sobre el cuello del caballo, lo estrechó fuertemente entre sus brazos y cerró los ojos, casi insensible ya á cuanto le rodeaba. Nunca supo Roger lo que duró aquella carrera desenfrenada.
Pero ustedes no conocieron a Gallardo como yo le conocí, en la plenitud de su frenesí clerofóbico; ustedes no le oyeron leer como yo las célebres páginas del <i>Diccionario burlesco</i>, el libro más atroz y más insolente que contra la religión y los religiosos se había escrito en España.
Presión grande hubo de hacer sobre su espíritu la desgraciada mujer para resignarse a tan atroz desventura... ¡Ser llevada a un recogimiento de mendigos callejeros como son conducidos a la cárcel los rateros y malhechores! ¡Verse imposibilitada de acudir a su casa a la hora de costumbre, y de atender al cuidado de su ama y amiga!
La atroz conducta del hombre con los animales, lejos de ser un atraso, puede y debe considerarse como un progreso, si nos apoyamos en la sentencia de Don Hermógenes, de que todo es relativo.
Atroz o no atroz, a ella debemos el origen de nuestros derechos y de nuestra existencia, y mediante ella vino a nuestro suelo Aquella parte de la civilización europea que pudo pasar por el tamiz de las preocupaciones y de la tiranía de España» . «Jamás un pueblo profundamente envilecido ha sido capaz de ejecutar los grandes hechos que ilustraron las campañas de los patriotas.
Si aún en los últimos tiempos Berta cuidaba siempre de sus hijos, al nacer Bertita olvidóse casi del todo de los otros. Su solo recuerdo la horrorizaba, como algo atroz que la hubieran obligado a cometer. A Mazzini, bien que en menor grado, pasábale lo mismo. No por eso la paz había llegado a sus almas.
La atroz convicción de que la puerta de la casa de sanidad iba a cerrarse sobre su hija querida, le oprimía el corazón y hacía correr por todo su cuerpo un frío glacial. Después de haber permanecido un rato inmóvil y como inerte, una inspiración brusca y misteriosa la hizo erguirse vivamente con un rayo de alegría en los ojos.
Esto acabará mú remal. En fin, que golvió hecha una Madalena. Si sigue así, se pone mala de verdad. Por supuesto, el día que venga el amo, no paro en la casa ni pa tomar dulces. De modo que tú crees que ella... está interesada. Ella está por usted, pero tiene un miedo atroz...; lo cual que el miedo puede más que usted.
Entretanto, ignorábase en Lima el atroz cataclismo del Callao, cuando después de las once, un jinete, penetrando a escape por un lienzo derrumbado de la muralla, cruzó el Rastro de San Jacinto y la calle de San Juan de Dios, y viendo abierta la iglesia de la Merced, lanzóse en ella y llegó a caballo hasta cerca del altar mayor, con no poco espanto del afligido pueblo y de los mercedarios, que no atinaban a hallar disculpa para semejante profanación.
Para cuidar de todo esto había elegido don Andrés a Juana la Larga, quien en los dos días del martes y del miércoles apenas podía salir de casa de don Andrés e ir a la suya, a no ser a la hora de recogerse a dormir. El miércoles, singularmente, el trabajo de Juana era atroz. Ella debía condicionar para toda aquella tropa la espléndida cena de vigilia.
Palabra del Dia
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