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Actualizado: 17 de julio de 2025
Pepe Güeto, hijo de un rico labrador de Villafría, de edad de treinta años, era el hombre más grave, mesurado y formal que se conocía en toda la provincia. Las locuras y regocijos algo descompuestos de doña Manolita le chocaban de un modo atroz y siempre los estaba censurando.
De mi nenín tan gracioso... Si hubiera vivido, le habrías querido tú, ¿verdad? Me parece que le veo, cuando se le llevaron en la cajita azul... Aquella misma noche fue cuando Juárez el Negro me sacó un cuchillote tan grande, y me dijo con aquel vocerrón: «Brr... son las ocho; reza lo que tengas que rezar, porque antes de las nueve te mato». Estaba furioso de celos... ¡Ay, qué miedo tan atroz!
Sin aguardar más, a mano vuelta, según íbamos caminando emparejados, le dirigí una tremenda bofetada, que le hizo caer sobre los vagones estacionados sobre la vía del muelle. Me pareció entonces que me había dicho la injuria más atroz que a ningún ser humano puede dirigirse.
Es un dolor atroz, incesante, cruel, torturador, que da la idea de la Inquisicion, del infierno, de la suprema desesperacion.... Cada minuto es un siglo de angustia, y cuando el viajero ve aparecer el sol al dia siguiente, cuyo calor hace huir á la infernal plaga, comprende que en solo una noche ha sufrido por muchos años y ha aprendido á tener resignacion.
Haber estado en esta casa, creo Que obligue tu valor a la venganza De caso tan atroz, inorme y feo, Que la nobleza de tu nombre alcanza. Si alguna vez amor algún deseo Trujo la posesión a tu esperanza, Y al tiempo de gozarla la perdieras, Considera, señor, lo que sintieras.
Luego prosiguió: ¿Y qué decoro es ese al que me recomiendas que no falte? ¿Quién reconoce ese decoro en la mal nacida como yo, en la hija de una mujer que lava mondongos y hace morcillas para ganar su sustento? Todos me menosprecian, me tratan mal y piensan peor de mí. Hasta ahora lo he sufrido; pero ya se me agotó el sufrimiento. He de ser atroz si es necesario.
Cuando diluviaba, entraba diciendo: «Hace un polvo atroz». Aquel día hacía mucho calor y sequedad, motivo sobrado para que mi hombre se luciera: «¡Vaya una nevada que está cayendo!». Estas gracias sólo las reían doña Silvia y doña Lupe. Maxi llevaba su levita nueva y la chistera que aquel día se puso por primera vez.
Esto es muy serio declaró Isidora tocada en lo más vivo de su orgullo . Es usted lo más atroz... Yo que venía a que me diese pormenores y su parecer... Voy a darte mi parecer, hijita de mi alma repuso la Sanguijuelera levantándose . Pues tú has querido que yo te dé pormenores..., pobre almita mía...». En el rincón del pasillo había una larga caña que servía para descolgar los cacharros.
En la casa de la Bolsa, todo es permitido como en la guerra; jugar públicamente al alza y clandestinamente a la baja; lanzar un gato, dar una noticia de sensación, asegurar que la guerra con Chile es un hecho, que nuestra escuadra está en un estado atroz, que nuestro ejército será derrotado en caso de una batalla; en una palabra, sembrar el terror sin consideración de ningún género por el patriotismo; pero jugar con armas de doble carga, no. ¡Eso no, eso nunca!... Don Eleazar en estas materias es correctísimo, y, sobre todo, cuando en vez de ser él quien apunta, acontece que es contra él contra quien se vuelven las bocas de los cañones.
Llegaron al gabinete donde estaba el piano. Dejando que marcharan delante Alonso e Isidora, D. José se llegó a Miquis y en voz baja le dijo: «Oiga usted lo que pienso, amigo D. Augusto: ¡Lo que es el mundo!... ¡Que unos tengan tanto y otros tan poco!... Es un insulto a la humanidad que haya estos palacios tan ricos, y que tantos pobres tengan que dormir en las calles... Vamos, le digo a usted que tiene que venir una revolución grande, atroz.
Palabra del Dia
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