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Actualizado: 25 de julio de 2025
Jaime comenzó a revolverse en su asiento. ¡Molestarla así, en su presencia, aquel rústico!... Una carcajada más fuerte e insolente de aquellos jóvenes atrajo de nuevo su atención hacia los versos. El cantor se burlaba de la atlota que para ser señora quería casarse con un pobre arruinado, sin casa y sin familia; un forastero que no tenía tierras que cultivar...
Allí atrajo también á algunos hijos de vecinos pobres, y con las limosnas que él mismo pedía, y sacrificando sus escasísimos ahorros, pudo luego alquilar un departamento en una casa de vecindad de la Alameda, donde en Julio de 1725 llegó á reunir, con cierto carácter de escuela, á muchos niños, consiguiendo también comprar vestidos á 18 de los más abandonados, los cuales se recogieron y allí pasaron las primeras clases de enseñanza.
Aldea entró, y el brazo atrajo a sí la puerta, que volvió a quedar instantáneamente cerrada, mientras Lázaro, pálido y tembloroso, como clavados los pies en el suelo, escuchaba alejarse, sin saber en qué sentido, los pasos de dos personas, que andaban de puntillas para no producir ruido sobre los mármoles del piso. ¿Qué hacer en tan horrible situación? ¿A quién pedir auxilio? ¿A quién llamar?
Súbito, con movimiento imprevisto, la joven devota sacó los brazos desnudos de la cama y se los echó al cuello, atrajo su rostro hacia el de ella con inusitada fuerza y le dio un beso prolongado, frenético, en los labios, y después otro y otro. El sacerdote forcejeó en vano por desasirse.
Ramiro cercó con su brazo el cuello de la niña oprimiéndola con dulzura. Sintió entonces el impulso frenético de poner sus labios sobre los labios de la doncella, de beber y morder en ellos el amor, la lujuria, el delirio, ¡locamente!, y la atrajo por fin hacia él con rabiosa vehemencia. Beatriz lanzó un grito: ¡Alvarez! Uno y otro volvieron el rostro.
Maltrana le abandonó al pasar ante «el rincón de las cocotas». Le atrajo el verlas a casi todas con los sillones juntos, apretadas en torno de Madama Berta, la andariega veterana, cuyos consejos oían religiosamente en asuntos de América.
Interrumpiéndose, se paseó á largos pasos á través del cuarto y deteniéndose de pronto. Joven continuó, esto no está bien hecho; ha herido á un amigo y hecho sonrojar á un viejo. Estaba muy conmovido. Yo lo miré también con emoción no sabiendo qué responderle, cuando me atrajo bruscamente contra su pecho, y me oprimió hasta sofocarme, murmurándome al oído: ¡Pobre niño!
Pero lo que atrajo todas las miradas, y lo que puede decirse que transfiguraba á la mujer que la llevaba, de tal modo que los que habían conocido familiarmente á Ester Prynne experimentaban la sensación de que ahora la veían por vez primera, era LA LETRA ESCARLATA, tan fantásticamente bordada é iluminada que tenía cosida al cuerpo de su vestido.
Me atrajo hacia ella, me besó y me dijo al oído: Gracias... el secreto, ¿verdad? Eso, sí, puedo prometerlo. Deme usted también un beso, hija mía exclamó la de Grevillois. Y lo hice de corazón. ¡Compadezco tanto a esta madre tan llena de ternura y de abnegación, y que no tiene la confianza de su hija! Ahora, señor cura, estoy sola en mi cuartito, mientras mi padre ha ido a la Academia.
Venerables libros de piel con dorados suaves, infolios de blanco pergamino, se abrían al caer en el suelo, rompiéndose sus nervios, esparciendo una lluvia de páginas impresas ó manuscritas, de amarillentos grabados, como si soltasen la sangre y las entrañas, cansados de vivir. El escándalo de estas guerras de conquista atrajo la intervención de doña Cristina.
Palabra del Dia
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