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Actualizado: 8 de junio de 2025
El atleta en la fuga de los más briosos ejercicios, el guerrero mientras riñe la más brava batalla, sostenidos por el entusiasmo y por la excitación nerviosa, no sienten su cansancio ni llegan a postrarse. La postración no sobreviene sino después del triunfo. El soldado de Maratón no cayó muerto hasta que dio a los atenienses la nueva de la victoria.
Era un mozo de veintidós años, de elevada estatura y gallarda presencia, la tez blanca, las facciones correctas, los cabellos negros y ensortijados, los ojos grandes y negros también y de un mirar franco no exento de fiereza. Por debajo de la abierta camisa se veía un pecho levantado de atleta. Los brazos, redondos y vigorosos, acusando tanta flexibilidad como fuerza.
Se callaría el agonizante, dejando á sus amigos, los Terreròla ú otros, el encargo de vengarle. Y Batiste no sabía qué temer más, si la justicia de la ciudad ó la de la huerta. Empezaba á caer la tarde, cuando el herido, despreciando las protestas y ruegos de las dos mujeres, saltó de su camón. Se ahogaba; su cuerpo de atleta, habituado á la fatiga, no podía resistir tantas horas de inmovilidad.
La cabeza pequeña y bien formada, de espeso cabello negro muy recortado, descansaba sobre un robusto cuello, blanco, de recios músculos, un cuello de atleta, proporcionado al tronco y extremidades del fornido canónigo, que hubiera sido en su aldea el mejor jugador de bolos, el mozo de más partido; y a lucir entallada levita, el más apuesto azotacalles de Vetusta.
A pesar del embozo, Aviraneta le conoció al momento y Salvador también. Tablillas dijo D. Eugenio , cuartéate aquí, que somos amigos. El atleta se acercó, examinando con atención recelosa a los dos caballeros. Señor Vinagrete y la compañía, buenas noches.... Estaba encandilado y no les conocía. ¿Está durmiendo ya el Sr. D. Felicísimo? Todavía están en brega.
Y el atleta, por encima de la gente, agarraba al chiquillo con una mano que parecía una garra. Le asía del primer sitio que encontraba; elevábale hasta el nivel del santo para que besase el bronce y lo devolvía como una pelota a los brazos de su madre. Todo con rapidez, automáticamente, dejando un chiquillo para coger otro, con la regularidad de una máquina en función.
El hecho resultaba evidente, y quedó también convenido que el caso, sin dejar de ser una indecencia, era al mismo tiempo un acto político: cosas ambas que, según dictamen de peritos, podían aunarse y darse las manos en amigable consorcio, como se las habían dado ya el atleta, el ángel y el ramo de violetas...
Bien se notaba que su sobrino se había educado en aquella Universidad. Así era tan caballero, tan cristiano, y dedicaba sus músculos de atleta á la buena causa de Dios. No era como la juventud que llegaba de Madrid contaminada por las malas ideas, con un libertinaje en las costumbres que corrompía el país.
Fermín llegó a temer que el atleta cayese navaja en mano sobre sus compañeros. ¡Aonde ir con estos brutos! rugía Juanón. Premita Dios u el demonio que nos cojan a todos y nos ajorquen... Y a mí el primero, por bestia; por haber creído que servíais pa algo. El desdichado hombretón se alejó, queriendo evitar un choque con sus feroces camaradas.
Jacobo habíase afiliado después de la Restauración en la mesnada revolucionaria capitaneada por el atleta Martínez, que tan sólo había reconocido hasta el presente al nuevo monarca en un banquete privado y bajo el símbolo de un ramo de violetas presentado por un ángel no inscrito en las jerarquías celestiales... El hecho, pues, de presentarse el marqués consorte en Palacio indicaba a las claras que el buey Apis, su jefe, daba otro paso adelante, enviando un fiel explorador a la fértil tierra de Mesopotamia...
Palabra del Dia
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