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Sólo don Quijote lo miraba atentamente, deseando que saltase ya del carro y viniese con él a las manos, entre las cuales pensaba hacerle pedazos. Hasta aquí llegó el estremo de su jamás vista locura.

El doctor, antes de responder se acercó a su hija, la examinó atentamente y le tomó el pulso. Pareció reflexionar un instante y luego dijo con grave acento: Hija mía, voy a pedirte un sacrificio y es preciso que me prometas no negármelo en modo alguno. ¡Dios mío! ¡me asusta usted, papá! exclamó Magdalena.

Aquello me indignó; pero mi indignación se trocó en asombro y en un sentimiento indefinible, mezcla de respeto, de pena y de miedo, cuando observando atentamente las facciones mutiladas de aquel cadáver, reconocí en él a mi tío... Cerré los ojos con espanto, y no los abrí hasta que el violento salpicar del agua me indicó que había desaparecido para siempre ante la vista humana.

Allen comenzó a contar en irlandés una narración arreglada a su gusto, que tenía aprendida de nuestro fingido naufragio; pero le interrumpió el capitán contando sus viajes. Le escuchamos atentamente, nos invitó a cenar, cenamos con él y, al retirarnos, nos dijo: -Aquí podéis estar el tiempo necesario para vuestro descanso.

Pero, si has escuchado atentamente, comprenderás sin pena que su vida entera transcurrió en preparar, en llevar, por decirlo así, a madurez ese instante único.

No quiero que él la vea. Escúcheme atentamente, señora. Estoy aún muy débil, pero encontraré las fuerzas de las leonas para defender mi felicidad. No es que yo dude de él: es bueno, me quiere como a una hermana y no tardará en quererme como a esposa. Pero no quiero que su corazón se desgarre entre lo pasado y lo porvenir. Sería odioso obligarle a elegir entre nosotras.

Baldomero se interrumpió de pronto, poniéndose de pie y mirando a la distancia atentamente en forma que despertó la curiosidad de todos, que se levantaron también preguntándole: ¿Qué mira?... ...Allá... Si no me engaño... viene un coche... y viene para acá... ¿Dónde? ...Allá... bajando la loma... ¿ve?... derechito a la tranquera... ¡Es cierto! dijo Lorenzo. Ahora lo veo perfectamente.

Toda su prole se sublevaba. Sólo se componía de unos cien muchachos, pero se hubiera dicho que la tierra entera había empezado á gritar. Por primera vez en su vida Eva contempló atentamente á sus hijos. Eran demasiado feos para presentarlos al Señor. Tenían los cabellos en maraña, las mejillas manchadas de barro seco y las narices cubiertas de costras.

Cuando me encontré con Allen sobre cubierta, los dos vestidos de pontoneros, nos miramos atentamente y nos dimos la mano. Juramos no separarnos jamás. Allí tenía uno que vivir diez años. ¡Una vida!

Digo la verdad; Juan es el alma de la fábrica, y me felicito de ello. Hacía algunos minutos que la señora Aubry miraba atentamente la cara de su marido, en la que se revelaba una profunda tristeza. En fin aconsejó, no te fatigues; te encuentro algo cansado desde hace algunos días, sobre todo hoy... ¡Bah, bah! esto no es nada, la comida me confortará; no vayas ahora a ponerte cavilosa.