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Actualizado: 25 de junio de 2025
Contrariamente a sus instintos, el antropófago no opuso la menor resistencia; pero sus pequeños ojos negros lanzaban extraños relámpagos. Se dejó atar sin pronunciar una sílaba y transportar a bordo del junco por los chinos, que volvieron a la pesca del trépang. Y ¿no nos traerá esto complicaciones, tío? preguntó Hans.
Estaban las tres amigas en aquella pura edad en que los caracteres todavía no se definen: ¡ay, en esos mercados es donde suelen los jóvenes generosos, que van en busca de pájaros azules, atar su vida a lindos vasos de carne que a poco tiempo, a los primeros calores fuertes de la vida, enseñan la zorra astuta, la culebra venenosa, el gato frío e impasible que les mora en el alma!
Vaya que de la noche a la mañana has aprendido unos términos y unos floreos de frases que me tienen pasmada... Estás hecho un poeta... en toda la extensión de la palabra; yo siempre he tenido a los poetas por unos grandes embusteros... tontos de atar... Tú no eres ya el sobrinito que yo crié. ¡Cómo me has engañado!... ¡Una mujer, una manceba, un belén...!, y ahora viene la de me caso, y a Roma por todo.
¡Jesús! exclamó asombrado fray Gabriel; pero en seguida se volvió a atar sus vencejos, sin añadir palabra. ¡Qué puntería! dijo María riéndose . Don Modesto, tómeme usted para artillero, cuando logre los cañones para su fuerte.
Pero el hado, que de muy distinta manera tenía resuelto atar los cabos de estos sucesos, dispuso, sirviéndole de instrumento Perico, que Miranda comenzase presto a hallarse satisfecho, entretenido y regocijado en aquella babilonia y golfo parisiense, por cuyos arrecifes y bajíos le piloteó el pollo Gonzalvo con más acierto y destreza que buena intención.
Clementina pensaba: "¡Yo sufro el yugo; no hay que decirlo: estoy vencida y él triunfa!" Roussel decía para sus adentros: "Hemos obtenido una victoria como la de Pirro: ¡otra como esta y estamos perdidos! ¿Quién se encargará de atar corto á esta loca cuando haya vuelto á sus veleidades belicosas?
Al día siguiente, La Flor de Lis daría cuenta de ella, preparando de este modo el terreno para la declaración solemne que a los pocos días pensaba hacer en el Senado el excelentísimo Martínez... Mas todavía juzgaba este necesario, antes de dar aquel último paso, atar bien otro cabo importante: parecíale prudente tentar antes el vado en Palacio.
El caso era curioso, y los aficionados a investigar la razón íntima de los actos del prójimo, los inteligentes en escudriñar los puntos oscuros de los más sencillos eventos de las vidas ajenas, los más hábiles peritos en el arte sutilísimo de atar cabos con cabos, encontraron al punto empalmes subterráneos entre el oficio del jefe superior y el suelto que había publicado La Flor de Lis algunos días antes.
Abierta la puerta, estuve á punto de ser volteado por Mervyn que se precipitó por entre mis piernas, y vi á la señorita Margarita que se ocupaba en atar las riendas de su caballo á las barras de un cercado. Buenos días, señor me dijo sin mostrar la menor sorpresa por hallarme allí. Luego, levantando en su brazo los largos pliegues de su saya talar, entró en el jardín.
Nada habéis hecho dijo Quevedo , si no quemáis también vuestra ambición y vuestra soberbia. ¡Siempre cruelísimo conmigo! ¿por qué no me ayudáis? Porque no quiero. ¡Breve estáis! Tengo prisa. ¿Y á qué habéis venido? A atar unos cabos que si se quedasen sueltos podrían enmarañarnos. Veamos. Recordad que sangre tenían los papeles que habéis quemado. ¿Habéis muerto ó herido?...
Palabra del Dia
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