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Aquellos mismos bancos de nogal, sobre los cuales extendían sus piernas deformes o mutiladas, los pobres heridos o enfermos, servían en aquel entonces para sostener el ataúd. Así, puede decirse, que aun después de muerta se apoyó sobre los propios instrumentos de su caridad. Un llanto general surgió en aquel momento de los mil comprimidos corazones de todo aquel pueblo de aldeanos.

Me dijo que el Rey iba reponiéndose, que había visto a la Princesa y conferenciado largamente con Sarto y Tarlein. El General había regresado a Estrelsau, Miguel el Negro yacía en su ataúd y junto a él velaba Antonieta de Maubán. Desde mi retiro había oído el fúnebre canto y las preces de los religiosos. Fuera circulaban extraños rumores.

Al despertar el alba, fue transportado el ataúd de su lecho a la iglesia; seguidos por el llanto y el duelo de doce aldeas, atravesaron los restos de mi madre el jardín por el mismo sendero de los avellanos, donde yo había visto frecuentemente volver de la iglesia a aquella virtuosa mujer, radiante o compungido su rostro de dicha y de piedad.

El sacerdote corrió hacia él; pero ya estaba muerto, herido por una bala en la sien. Esa noche la aldea era nuestra, y al siguiente día se depositó en el cementerio de Villersexel el cuerpo del doctor Reynaud. Dos meses después, el abate Constantín traía a Longueval los restos de su amigo, y detrás del ataúd, a la salida de la iglesia, caminaba un huérfano. Juan había perdido también a su madre.

La nave de la iglesia y sus altares están hoy completamente desnudos de todo cuadro, de toda imagen, de toda señal de culto. Los únicos accidentes que interrumpen la escueta monotonía de aquellos blanqueados muros, son las Armas Imperiales que campean allá arriba, en el centro del embovedado, y un negro ataúd depositado á gran altura, en un nicho ú hornacina de la pared de la derecha.

Desde poco antes de las tres se asomó el pobre muchacho varias veces al balcón, esperando que de un momento a otro llegaran los mozos con la camilla. Por fin les vio volver la esquina de la calle Imperial, trayendo suspendido de los recios tirantes aquel armatoste negro, estrecho y largo, con trazas de ataúd.

Cuando Isidro salió del depósito, siguiendo la roja tela, vio la orilla del río, el puente y la glorieta de Toledo cubiertos de blusas blancas, de sombreros y gorras que se elevaban, dejando las cabezas al descubierto al paso del ataúd.

Es así como la fantasía de su paso ha llevado al sepulturero hasta una tumba abierta en que esa tarde ha habido remoción de huesos inconclusa por falta de tiempo. Un ataúd ha quedado abierto tras la verja, y a su lado, sobre la arena, el esqueleto del hombre que estuvo encerrado en él. ... ¿Ha oído algo, en verdad?

Escapándose de entre las manos de una criada que se esforzaba por retenerla, se echó de rodillas al lado del ataúd y lo estrechó en sus brazos en un movimiento apasionado, como si la muerta pudiera sentir todavía su presión, y ocultó la llorosa cara entre los pliegues del paño mortuorio.

La gente pobre que no se acordaba de la casa de Dios, encontraba en su miseria el dinero necesario para que el pariente marchase á la fosa escoltado por la burra de don Facundo y mecido en su ataúd por el vozarrón del cura. Había días en que acompañaba cinco entierros en los lugares más lejanos de la parroquia; asunto de leguas.