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Actualizado: 3 de mayo de 2025


Y de repente, dejando escapar un súbito sollozo, tapóse el rostro con el pañuelo, y un llanto desconsolador brotó de sus ojos, revelando un profundo abismo de amargura, un dolor hasta entonces callado y oculto. Quedóse un momento suspensa la Villasis, atónita y afligida por el temor de haber causado aquella honda pena. ¡Pero, Genoveva, por Dios!... ¿Te he ofendido?...

Y exhibían ante la mirada atónita de los caseros, habituados á la vida sobria y humilde de la montaña, aquellas riquezas en fajos de papel mugriento. Los más acomodados del país se acercaban á ellos, aceptando sus apuestas con una sonrisa que parecía implorar perdón. La fiesta comenzó por la lucha de los aizkoralaris.

Nadie lo esperaba, pero fué proclamado, miéntras que aun estaba durmiendo Zadig. Volvióse Astarte á Babilonia atónita y desesperada. Casi vacío estaba todo el anfiteatro quando despertó Zadig, y buscando sus armas se encontró con las verdes en su lugar. Vióse precisado á revestirse de ellas, no teniendo otra cosa de que echar mano. Armase atónito, indignado y enfurecido, y sale con este arreo.

El contacto que Jacinta sintió en parte tan delicada de su epidermis, era el roce espeluznante del yeso, roce de superficie áspera y polvorosa. El estremecimiento que aquel contacto le produjo dejola por un rato atónita, después abrió los ojos, y se hizo cargo de que estaban allí sus hermanas; vio los cortinones pintados de la boca del teatro, la apretada concurrencia de los costados del paraíso.

Escuchábale atónita doña Guiomar, inmóvil, muda y fría como una estatua; y creyendo Cervantes que no le respondía por el mismo efecto que en ella causaban sus palabras, prosiguió de esta manera: ¿Qué hay que pueda moveros de tal modo a furor y odio contra , y a tal desconsuelo y tal desesperación os lleve?

Y dicho esto, saludó profundamente y salió. El abogado se quedó inmóvil en su sitio, con la mirada atónita.

Después se fue hacia Benina, y con todo miramiento le dijo: «Usted, Doña Benigna, bien podría dejarse de esta vida, que a su edad es tan penosa. No está bien que ande tras el moro como la soga tras el caldero. ¿Por qué no entra en la Misericordia? Ya se lo he dicho a D. Romualdo, y ha prometido interesarse...». Quedose atónita la buena mujer, y no supo qué contestar.

Marianela estaba atónita y petrificada de asombro, lo mismo que en el primer instante de la aparición. Antes había visto a la Virgen Santísima, ahora la escuchaba.

Era de ver los dos en un palco principal; él, rígido, correcto, paseando su mirada distraída por la sala; el criado, con las palmas de las manos apoyadas en la barandilla y la barba sobre las manos con la atónita mirada clavada en el escenario, soltando bárbaras, ruidosas carcajadas, rascándose el cogote o bostezando a gritos enmedio del silencio.

Rosa Mística, que al principio había quedado atónita, viendo tanta insolencia, se levantó, corrió a la cocina y volvió armada de una escoba. Al verla, todas las muchachas huyeron como una bandada de pájaros. Rosa Mística quedó sola, dejó caer la escoba y se cruzó de brazos.

Palabra del Dia

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