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Actualizado: 13 de mayo de 2025
Sólo dos seres, los más débiles e indefensos, Paquito y Lilí, resistían a la voluntad omnipotente del desvergonzado parásito, a quien el instinto de ángel de ambos niños representaba siempre como un reptil bañado por los rayos del sol, brillante a la vez que asqueroso.
Aunque no llovía en aquel momento, la noche estaba muy húmeda y el piso, según acusaban las polainas de los soldados, verdaderamente asqueroso. En la villa se hallaban ya casi todos al corriente de lo que pasaba, y muchos bultos negros, silenciosos, ocupaban los balcones, sacándose los ojos para ver cómo desfilaban los presos.
¿Cómo quitar? -respondió la mujer-. Antes me dejara yo quitar la vida que me quiten la bolsa. ¡Bonita es la niña! ¡Otros gatos me han de echar a las barbas, que no este desventurado y asqueroso! ¡Tenazas y martillos, mazos y escoplos no serán bastantes a sacármela de las uñas, ni aun garras de leones: antes el ánima de en mitad en mitad de las carnes!
Así Thiers, el día después de su llegada, 21 de Septiembre, empleó sus horas de este modo, que cuenta López Cepero, á su amigo el autor de El dos de Mayo: ...«Estaba dispuesta una novillada y concurrió á ella dicho personaje, rodeado de gente juglar y baladí, muy poco conforme á la categoría que se le supone, y con esta chusma pasó toda la noche en un corral de la calle Jimios, entre gitanos y mujerzuelas, lo más asqueroso que se usa en las fiestas de candil á que sólo aun entre la canalla suele verse algún día de campo, estando desterrado en todo lugar y tiempo de la gente de mediana educación y decencia.»
Podía dar nuevas seguras y anticipadas de sus cóleras, de sus desmayos, de sus sonrisas, de sus más profundas palpitaciones. El monstruo le abría su seno líquido, como a un confidente leal: le decía cuánto se aburría en su prisión de granito, y qué ganas le acometían a veces, presenciando las infamias de los hombres, de precipitarse sobre la tierra, y barrer de una vez este asqueroso hormiguero.
Demetria le tropezaba de vez en cuando, unas veces en la aldea, otras camino de la fuente y siempre que le veía no podía menos de estremecerse. El recuerdo del agravio que aquel hombre asqueroso la había hecho á orilla del río asaltaba su imaginación y siempre estaba temiendo que se repitiese.
A ver... ¿Es que no quieres ser persona decente?... ¿Pero qué haces, gandul? ¿Te enjugas las manos en mi vestido? Quita allá, asqueroso. ¿No ves la toalla? Lo que digo; no quieres entrar por el camino de las personas decentes. Eres un salvaje... Ya se ve; no has tratado sino con cafres».
Yo hasta entonces había visto siempre ante mis ventanas otras dos en las que de vez en cuando aparecía el rostro avinagrado de una vieja fea y gruñona, verdadero tipo de clásica dueña española que parecía vivir sin otra compañía que un perro tan asqueroso como ella; por lo menos nunca vi asomarse a las ventanas, exceptuando a la vieja, otro ser viviente que aquel animalito, el cual, cuando por casualidad su dueña abría la ventana, corría a poner las patas sobre el alféizar y me miraba con ojos curiosos al través de su pelaje ensortijado por el fango.
Llegó después de almorzar; pero en vez de presentarse arrepentido por lo que había hecho, comenzó otra vez a solicitarme de un modo más feo, más asqueroso que antes. Entonces le hablé como debía, recordándole sus deberes y la confianza que había depositado en él. No hizo caso.
Esta cultura es una civilizacion endeble, flaca, postiza, enferma, que quiere engalanarse para que no se vea lo asqueroso de la enfermedad, como los tísicos proyectan viajes y romerías cuando sienten en la garganta la agonía de la muerte.
Palabra del Dia
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