United States or Algeria ? Vote for the TOP Country of the Week !


3 No multipliquéis hablando grandezas, altanerías; cesen las palabras arrogantes de vuestra boca, porque el Dios de todo saber [es] el SE

Cualquiera de aquellos dos arrogantes y espléndidos rústicos habría sido llamado con razón El Rey de los Tíos..... Y, en efecto, por su corpulencia, por su lujo y por su inocente y cómica ufanía, había en ellos mucho del pavo real. La Baronesa del Zurguén nos dijo que eran dos charros de primera, y que debían de proceder del campo de Ciudad-Rodrigo, tierra clásica de tales prójimos nuestros.

Aquellos hombres de largas blusas y boinas mugrientas, apoyados en fuertes garrotes, miraban con asombro, como si fuesen de una raza distinta, á los arrogantes mineros, que se llamaban á gritos y se abrían paso reclamando el auxilio del alguacil, única autoridad que guardaba el orden del inmenso concurso, sin más arma que un mimbre blanco.

Miss Craven le vió alto, fornido, de arrogantes movimientos, tal como lo había contemplado muchas veces en los films, pero con la cara pintada de blanco, lo mismo que un Pierrot. La luz lívida y sepulcral de los tubos de mercurio exigía esta pintura de artista de circo.

Un enardecimiento belicoso se había apoderado del antiguo «peoncito». ¡Ay, si las mujeres pudiesen ir á la guerra!... Se veía de jinete en un regimiento de dragones, cargando al enemigo con otras amazonas tan arrogantes y hermosotas como ella.

Quedábase muy convencida después de sentar estas arrogantes afirmaciones, y la satisfacción le producía tal contento, que se ponía a cantar en voz baja, arrullando a su hijo; y cuando este se dormía, continuaba rezongando como la pájara en el nido. El gozo, algunas noches, no la dejaba dormir, y se pasaba largas horas jugando con su idea ya realizada, saltándola como Feijoo saltaba el bilboquet.

Merchán, citando los arrogantes versos de Núñez de Arce, y dirigiéndose á Cuba: «Y si ser grande y respetada quieres, de no más la salvación esperes

Su fantasía de meridionales, siempre dispuesta a lo inesperado y maravilloso, les había hecho creer en la aparición de Salvatierra y otros revolucionarios célebres, todos montados en briosos corceles, como caudillos arrogantes e invencibles, seguidos de un gran ejército que surgía milagrosamente de la tierra. ¡Asunto de acompañar a estos auxiliares poderosos en su entrada en Jerez, reservándose la fácil tarea de matar a los vencidos y adjudicarse sus riquezas!

Mis pies, estaban dentro del agua; el aire era frío y húmedo; la roca estaba cubierta de una especie de pasta resbaladiza de arcilla diluída; una sombra siniestra me rodeaba y un resplandor tibio, vago reflejo de la luz del día, me revelaba solamente algunas formas indecisas y una gruta llena de arrogantes protuberancias.

Leonora, de pie junto a un viejo naranjo, volviendo la espalda a Rafael, buscaba entre las apretadas ramas, empinándose sobre las puntas de los pies, balanceando las arrogantes y graciosas curvas de su robustez esbelta. Mañana me voy dijo el joven con desaliento. Leonora se volvió. Había cogido una naranja y abría su piel con las sonrosadas y largas uñas. ¿Mañana? dijo sonriente.