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Actualizado: 27 de junio de 2025


Pero en las inevitables reconciliciones, sus almas se unían con doble arrebato y locura por otro hijo. Nació así una niña. Vivieron dos años con la angustia a flor de alma, esperando siempre otro desastre. Nada acaeció, sin embargo, y los padres pusieron en ella toda su complacencia, que la pequeña llevaba a los más extremos límites del mimo y la mala crianza.

Juanón esperaba un arrebato de cólera del rebaño miserable: hasta se preparaba a intervenir con su autoridad de jefe para aminorar la catástrofe. ¡Esos son los ricos! decían en los grupos. Los que nos engordan con gazpachos de perro. Los que nos roban. ¡Míalos cómo se beben nuestra sangre!...

Mas apenas empezó a besarle, cuando acudió más rápido que nunca el pájaro verde, tocó con su ebúrneo pico los labios de la Princesa, y arrebató el guardapelo, que durante tantos años había reposado contra su corazón, y en tan oculto y deseado lugar había permanecido. El robador desapareció en seguida, remontando el vuelo y perdiéndose en las nubes.

Imitando, o mejor diremos, prefigurando al héroe de una novela de Gabriel d'Anunnzio, aunque sin premeditación ni alevosía, sin sutilezas psicológicas y sin celos retrospectivos, sino en el arrebato y en la excitación del insomnio, agarró al Principito y lo arrojó al mar por la ventana del camarote.

Se daba cuenta del alcance de esta caricia: un simple beso de gratitud, un arrebato de madre que expresa sus sentimientos con excesiva vehemencia. A pesar de esto, la turbación que le dominaba, cruel y voluptuosa á la vez, le impulsó á abrir los brazos para abarcar y apropiarse lo que tenía á su alcance... Pero sus manos ávidas se perdieron en el vacío.

La de Belarmino, como ustedes no ignoran, era de frenético arrebato, se propagaba como fuego, causaba escándalo a los corazones sensibles, inducía al desprecio de las cosas santas y amenazaba provocar mayores daños. Este frenesí ya se le pasó, gracias a la caridad de ustedes. ¿Qué más podemos desear? El Belarmino terrible ha dejado de existir.

La enlacé estrechamente y la imaginación debió traerme, como una brisa en aquel momento, el suave perfume de Fernanda. Blanca reclinó su mejilla sobre mi hombro, el muelle contacto de sus senos estremeció mi pecho, tomele la mano con fuerza y rodeando su talle flexible y admirable, la danza lasciva nos arrebató en su torbellino.

«Hubo momentos en que peleé, como César en Munda, por la vida. Era Ramona, señores, morena; su carne de cañón, dura, tersa, y aquellos brazos que yo deseaba enlazados a mi cuerpo, en arrebato amoroso, me probaban su fuerza dando tortura a los míos, oprimidos, inertes.

La voluntad es el cincel que ha esculpido a ese pueblo en dura piedra. Sus relieves característicos son dos manifestaciones del poder de la voluntad: la originalidad y la audacia. Su historia es, toda ella, el arrebato de una actividad viril. Su personaje representativo se llama Yo quiero, como el «superhombre» de Nietzsche.

Sardiola, arrojándose a él, se la arrebató, y tomando desesperada resolución, salió al pasillo gritando: «Socorro, socorro; se ha puesto mala la señorita». Diose de manos a boca con dos personas que subían la escalera, y que al oírle se precipitaron en la estancia mortuoria. Eran el Padre Arrigoitia y Duhamel, el médico.

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