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Actualizado: 10 de mayo de 2025
La seguí, riéndome a pesar mío del extraño aspecto que la daban aquel chal tan largo que arrastraba por el suelo y el enorme sombrero de calesín, en el que desaparecía su delicada carita. La pobre muchacha resultaba irresistiblemente cómica. Entré detrás de ella en la iglesia, con cuidado para que no me viera.
Contemplando tu faz agonizante, contemplando impotente que arrastraba mis venturas la Muerte en su fiereza, "¡En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu...!", clamaba trémula de estupor mi voz desesperante.
La tartanilla en que hacían sus correrías se paraba ante las casas de la grandeza y la alta banca, con regularidad admirable, en determinadas fechas y a horas fijas: a poder hablar, el borriquillo que la arrastraba hubiera dado las señas de los domicilios de lo mejor de Madrid.
Pero se marchó y el buen tío, sin voluntad, que se arrastraba siempre a tres pasos detrás de ella, la siguió. En mi triunfo solté una gran carcajada. Pero también, ¿qué venís a hacer, almas codiciosas, en el templo del dolor? ¡Atrás! Vino la noche. Una banda roja, último vestigio del sol poniente, se extendía sobre la ciudad cuyas torres puntiagudas se destacaban negras en el cielo de fuego.
Sin embargo, antes de ponerse el sol deslizóse furtivamente sin que nadie se percatase de su marcha y llegó hasta su finca de Cerezangos. Era una curiosidad insana la que le arrastraba hasta allí; un deseo de añadir más dolor á su dolor y encenagarse por completo en él. El hermoso, florido campo que tanto amaba había sido partido, destrozado.
Ella los arrastraba muy lejos de aquel objeto a que se dirigían siempre antes y los llevaba hacia nuevas cosas que debían venir con los años futuros, cuando la joven hubiese aprendido a comprender qué padre abnegado había sido Silas para ella. La niña hacía buscar a Marner las imágenes de ese porvenir en los vínculos y las obras caritativas que unían entre sí a las familias de sus vecinos.
La suave corriente sin rumor arrastraba enormes troncos de árboles, que avanzaban en silencio, mecidos por el imperceptible oleaje, atravesaban rápidamente la faja luminosa, sobre la placa del río e iban a perderse de nuevo en la oscuridad, viajeros errantes que nos precedían en la ruta.
» Pues yo voy a cumplir mi juramento de seguirle al pie de la letra , dije levantándome de pronto y sin saber si lo que sentía dentro del pecho entonces era el impulso de la decisión que me arrastraba, o el latir de un corazón dilacerado.
Pero no, no se paraba; corría, le arrastraba consigo; le gritaba: muévete; haz algo, tu deber; aquí de tus promesas, mata, quema, vocifera, anuncia al mundo tu venganza, despídete de la tranquilidad para siempre, busca energía en el fondo del sueño, de los bostezos arranca los apóstrofes del honor ultrajado, representa tu papel, ahora te toca a ti, ahora no es Perales quien trabaja, eres tú, no es Calderón quien inventa casos de honor, es la vida, es tu pícara suerte, es el mundo miserable que te parecía tan alegre, hecho para divertirse y recitar versos.... Anda, anda, corre, sube, mata a la dama, después desafía al galán y mátale también... no hay otro camino. ¡Y a todo esto sin poder menear pie ni mano, muerto de sueño, aborreciendo la vigilia que presentaba tales miserias, tanta desgracia, que iba a durar ya siempre!».
Era un amor humano: el amor del hombre hacia la mujer: una atracción incontrastable me arrastraba en mi pensamiento a confundirme con ella: parecíame sentirla engrandeciendo mi ser, absorbiéndose enteramente su cuerpo y su alma, respirando en su aliento, latiendo en su corazón, viviendo en su vida... ¡Oh!
Palabra del Dia
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