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Actualizado: 10 de mayo de 2025


Ya no se arrastraba por la casa a pasos lentos y cansados, y cuando alguien se le acercaba, ella lo acogía con una sonrisa amistosa. Como su dicha necesitaba desahogarse en afecto, se me acercaba más y más y procuraba penetrar en mi pensamiento taciturno y solitario.

Yo no lo que cantó: cuando el sentimiento se desarrolla, cuando domina, cuando inunda todo nuestro ser, la razón calla: yo no apreciaba, yo no comparaba, sentía, y aquel sentimiento me dominaba, me arrastraba hacia la mujer que producía en aquel sentimiento.

A sus piés arrastraba el Pasig su corriente de plata, en cuya superficie brillaban perezosas las espumas, giraban, avanzaban y retrocedían siguiendo el curso de los pequeños torbellinos. La ciudad se levantaba á la otra orilla y sus negros muros aparecían fatídicos, misteriosos, perdiendo su mezquindad á la luz de la luna que todo lo idealiza y embellece.

El espíritu se perturba como la vista a fuerza de mirar siempre hacia un mismo objeto y así la única idea que irradiaba en las tinieblas de aquella triste existencia, la arrastraba como un fuego fatuo hacia los abismos de la locura a fuerza de contemplar la muerte.

Cómo arraigaran tales aficiones románticas en una mujer que arrastraba una vida prosaica con ribetes de escandalosa, entre aprietos y trampas, en relación constante con las prenderas y las casas de préstamos, es lo que cuesta trabajo explicar.

Pero aún se detuvo un momento, porque aquel diablo de hombre estaba en todo. ¡Los folios! ¡Borrad los folios! Parecía que a la barca le habían salido patas. Estaba ya fuera del agua y se arrastraba por la arena en medio de aquella multitud que bullía y trabajaba, animándose con alegres gritos. ¡Qué chasco! ¡Qué chasco se llevarán los del gobierno!

Había querido ver la casa de su hijo. ¡Pobre viejo!... Le arrastraba la misma atracción del enamorado que, para alegrar su soledad, recorre los lugares que frecuentó la persona amada. No le bastaban las cartas de Julio: necesitaba ver su antigua vivienda, rozarse con todos los objetos que le habían rodeado, respirar el mismo aire, hablar con aquel joven que era su íntimo compañero.

Sintió gran algazara, paróse maquinalmente y tuvo intenciones de entrar. "No dijo dominándose no entraré." Y al mismo tiempo dió un paso hacia la puerta. Sin embargo, atracción fatal le arrastraba hacia aquel recinto, abismo de sus primeras y más bellas ilusiones. Los sonidos que allí dentro se oían retumbaban en su cerebro como ecos infernales de singular fascinación.

Arrastraba las notas de un modo irresistible, indicando bien claramente que, a pesar de su arrojado y belicoso temperamento, poseía un corazón sensible a las dulzuras del amor.

Y si no, se decía, no había más que repasar su existencia, fijarse en los contrastes que ofrecía, en los riesgos a que le arrastraba su pasión y en la calidad y cantidad de esta.

Palabra del Dia

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