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Actualizado: 21 de mayo de 2025


La reo no quería convenir en que no sólo el celo sectario, sino también los celos la habían armado, y ostensiblemente recusaba la atenuación de su crimen, para gloriarse de ser inaccesible a los intereses personales.

Cárlos con deseo de castigar la insolencia del Almugavar, aplazó el desafío, y quiso asistir y ver la batalla. Salió un Francés con su caballo armado de todas piezas, lanza, espada, y dardo. Apenas entraron en la estacada cuando le mató el caballo, y queriendo hacer lo mismo de su dueño, la voz del Rey le detuvo, y le dió por vencedor y por libre.

En tanto que don Quijote estaba diciendo lo que queda dicho, se le había caído a Cardenio la cabeza sobre el pecho, dando muestras de estar profundamente pensativo. Y yo se lo daré a entender, a pie o a caballo, armado o desarmado, de noche o de día, o como más gusto le diere.

Palomino, que alcanzó a verlo, lo describe con estas palabras: «En el medio de este cuadro esta el Señor Rey Felipe III armado, y con el bastón en la mano, señalando a una tropa de hombres, mujeres y niños que llorosos van conducidos por algunos soldados, y a lo lejos unos carros, y un pedazo de marina, con algunas embarcaciones para trasportarlos... A la mano derecha del rey esta España, representada en una majestuosa matrona, sentada al pie de un edificio; en la diestra mano tiene un escudo, y unos dardos, y en la siniestra unas espigas; armada a lo romano, y a sus pies una inscripción en el zócalo».

En cuanto a la desconocida, seguía con los brazos cruzados sobre el pecho, mirando al acusador, sin que su rostro de estatua despertara desdén ni estupor. Antes de decir nada contra alguien repuso el juez en tono de amonestación es preciso estar cierto de lo que se dice. Si no estuviera cierto no habría hablado. ¿Qué interés puede haber armado el brazo de estas personas?

Un hombre mal equipado, peor armado y mugiendo el mar bajo sus pies, entre tinieblas, en medio de los hielos, fué el primero que intentó tamaña hazaña, y solo, enteramente solo, plantó cara al coloso de los mares.

De allí a dos días dijo el duque a don Quijote como desde allí a cuatro vendría su contrario, y se presentaría en el campo, armado como caballero, y sustentaría como la doncella mentía por mitad de la barba, y aun por toda la barba entera, si se afirmaba que él le hubiese dado palabra de casamiento.

Despidiéronse los viajeros de Pascuala, y se dirigieron, acompañados de Bozmediano y su gente, al portillo de Gilimón. Muy aprisa, por no dar lugar á que algún curioso los descubriera, subieron al coche. El cochero y su zagal iban en el pescante; un criado, hombre fuerte, armado de fusil, iba dentro con Lázaro y Clara.

Díjole como ya le había dicho que en aquel castillo no había capilla, y para lo que restaba de hacer tampoco era necesaria; que todo el toque de quedar armado caballero consistía en la pescozada y en el espaldarazo, según él tenía noticia del ceremonial de la orden, y que aquello en mitad de un campo se podía hacer, y que ya había cumplido con lo que tocaba al velar de las armas, que con solas dos horas de vela se cumplía, cuanto más, que él había estado más de cuatro.

-Ahora -dijo don Quijote- has dado, Sancho, en el punto que puede y debe mudarme de mi ya determinado intento. Yo no puedo ni debo sacar la espada, como otras veces muchas te he dicho, contra quien no fuere armado caballero. A ti, Sancho, toca, si quieres tomar la venganza del agravio que a tu rucio se le ha hecho, que yo desde aquí te ayudaré con voces y advertimientos saludables.

Palabra del Dia

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