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Aguárdate, vamos a leer lo que dice allí y yo, que no era muy fuerte para leer de corrido, me puse a deletrear los motes de los bastidores: «Men-gua y bal-dón a los cobar-des que aban-do-na-ron a sus herma-nos en la ho-ra del pe-li-gro». ¡Mengua para ellos! me contestaba Alejandro, taimado. Demos vuelta, vamos a ver lo que dice del otro lado del arco.

Tengo por oficio arriesgar mi pellejo, repuso Simón encogiéndose de hombros. Sin embargo, volvió á poner la flecha en su aljaba, se echó el arco al hombro y continuó andando entre sus dos amigos.

Había una cuadrilla de indios con trajes de piel de ciervo curiosamente bordados, cinturones rojos y amarillos, plumas en la cabeza, y armados con arco, flechas y lanzas de punta de pedernal, que permanecían aparte, como separados de todo el mundo, con rostros de inflexible gravedad, que ni aun la de los puritanos podía superar.

Una espuma burbujeante asomó a las comisuras de los labios, con sordos rugidos. El cuerpo se contraía y dilataba, doblándose como un arco, mientras la cabeza y los pies se hundían en las desordenadas ropas del lecho. Isidro corría como un loco por la habitación. Después abrió la ventana. ¡Socorro!...-gritó . ¡Teodora!... ¡señora Teodora! Nadie le oía.

Son las nadaderas de los que flotan, el punzón de los que se esconden y quieren hundirse en la arena, por último el pie de los trepadores, un pie contráctil poco á poco, que les permite arrastrarse. Algunos, se aventurarán á blandirlo como un arco para saltar torpemente. Pobre rebaño, muy expuesto, perseguido por todas las tribus, flagelado por las olas y molido por las rocas.

Antes de retirarse de Córdoba dejó techada la capilla mayor de la nueva catedral, y cerrados los grandes arcos que sirven de entivo y fuerza para el crucero, como hoy aparece por sus armas labradas en la clave del arco inmediato al altar de Sta. Lucía.

Suba usted esa plazuela; pase usted aquel arco que se ve allí, donde está la imagen de la Virgen con el farol, y llegará á la plazuela de los Carros. Enfrente está la calle del Humilladero. Clara empezó á creer otra vez que había Dios, y siguió la dirección indicada. Al fin estaba cerca, al fin llegaba.

Si la Magdalena fuese una basílica como este arco es un trofeo, si el espíritu de la religion dominase tanto en aquel alcázar, como el espíritu de la heroicidad y del entusiasmo domina en esta poderosa creacion, la Magdalena seria un gran templo.

No pretendo aventajaros como tirador, repuso Yonson, pues conozco vuestra fama; pero quería demostrar que con el arco es posible hacer lo que no hubierais podido realizar con vuestra ballesta en igual tiempo, dado el que necesitáis para armarla y disparar por segunda vez. Cierto es ello, pero ahora me toca á enseñaros una ventaja de la ballesta sobre el arco.

Se figuraba que aquel arco no podía conducir sino á una caverna, y además le parecía que detrás estaba una figura corpulenta, que no era otra que María de la Paz Jesús, apostada allí para asirla cuando pasara, arrebatándola con una mano grande y crispada, para llevársela por los aires. Pero la esperanza puede mucho. Cerró los ojos, y corriendo velozmente, pasó.