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Actualizado: 3 de julio de 2025
Yo tengo grandes sospechas de que si Virgilio viviese hoy, cantaría la trilladora mecánica; pero Virgilio ha muerto, y su arado es como una herencia que les hubiese dejado a todos sus sucesores. ¡El arado virgiliano! ¡El carro venerable! ¡La campiña arcádica, por donde los ríos se deslizan mansamente!... En el fondo, es posible que los poetas tengan razón y que más valiera el que las cosas siguiesen así.
¡Los réditos! ¡Cuántas veces, por causa de ellos, se había golpeado la frente con los puños cerrados! ¡Cuántas veces había corrido, obsesionado, atontado, a través de los campos fangosos, para escaparse de esa tropa de demonios chispeantes; cuántas veces, en un acceso de loco furor, rompió con el puño algún utensilio, arado o vara de coche, como si cualquier arma le hubiera parecido buena para combatirlos!
Allá en tierra de Granada tenía él un castillo antiguo, la torre de Téllez-Ponce, con terrenos de labor y montes espesísimos, donde, desengañado de la Revolución, había soñado muchas veces combatirla, realizando el ideal del grande de España antiguo, apoyado en el arado y en la espada, siendo a la vez señor y protector de la comarca, padre de sus colonos, y al mismo tiempo su caudillo... ¿Querría Elvira ayudarle en aquella obra, encerrándose con él en aquel retiro?
El paisano se dice: «Mi hijo ha de ser paisano como yo; poco importa que no aprenda a leer ni escribir, con tal que sepa ganar dinero y tenga fortuna.» Así, léjos de enviarle a la escuela, le asocia á todos sus trabajos, le hace siervo del campo y del arado, y le trasmite rigorosamente sus preocupaciones y costumbres.
Don García entra de nuevo con su puñal lleno de sangre; descubre al Rey su nacimiento, así como el de Blanca, y la ofensa que le ha obligado á vengarse, y dice: Vivía sin envidiar, Entre el arado y el yugo Las cortes, y de tus iras Encubierto me aseguro; Hasta que anoche en mi casa Vi aquese huésped perjuro, Que en Blanca atrevidamente Los ojos lascivos puso.
El rocín del tío Barret, un animal sufrido que le seguía en todos sus desesperados esfuerzos, cansado de trabajar de día y de noche, de ir tirando del carro al Mercado de Valencia con carga de hortalizas, y á continuación, sin tiempo para respirar ni desudarse, verse enganchado al arado, tomó el partido de morir, antes que permitirse el menor intento de rebelión contra su pobre amo.
Lo del arado era muy chistoso; y cada cual se imaginaba ver á su amo, al panzudo y meticuloso rentista ó á la señora vieja y altiva, enganchados á la reja, tirando y tirando para abrir el surco, mientras ellos, los de abajo, los labradores, chasqueaban el látigo. Y todos se guiñaban un ojo, reían, se daban palmadas para expresar su contento. ¡Oh!
La diferencia está en que el Maestro Cencias componía un husillo de lagar, arreglaba las ruedas de una carreta o hacía un arado, y esta nuera suya hace dulces, arropes y otras golosinas. El suegro ejercía las artes de utilidad: la nuera las del deleite, aunque deleite inocente o lícito al menos. Antoñona, que así se llama, tiene o se toma la mayor confianza con todo el señorío.
Todo es sombrío en aquella selva, que resguarda únicamente la montaña descarnada, en cuyo muro, azotado por las lluvias y el viento, anotan los años su edad. Detrás de una colina hay un campo labrado, cuya tierra seca y sin vida deja ver el arado cuando por ella pasa. Ni capas de verdura, ni rocío en el bosque, ni fuentes murmurantes.
Hasta los bordes del lago temporal, todos los surcos abiertos por el arado, se convierten en otros tantos regueros, y los caballones dibujan en la corriente largas estelas paralelas. La inundación, que desvanece la esperanza del campesino, es una desgracia, y, sin embargo, en sus temidas aguas, lleva el arroyo un tesoro para años venideros.
Palabra del Dia
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