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Actualizado: 4 de junio de 2025


Al sonar la campanilla que anunciaba el regreso de su madre, Huberto se apresuró a salir a su encuentro. Era una señora flaca, alta, fría y pálida. Vestida siempre de negro, aparecía imponente. ¡Y bien! madre, ¿está usted contenta? ¿le gusta a usted la joven? ¿ha sido bien recibida por sus padres?

Era Butrón, el respetable Butrón, que entraba de puntillas, con el dedo sobre los labios, haciendo gestos de que nadie se molestara, y yendo a sentarse en la silla que, no obstante su susto y su entripado, se apresuró a cederle Villamelón, al lado de Currita.

Ronzal, de la comisión que recibía a las señoras, se apresuró, en cuanto asomaron los de Quintanar en el vestíbulo, a ofrecer a la Regenta su brazo. ¿Cuál? «el derecho, sin duda el derecho pensó». Grande fue su pena al notar que Paco Vegallana ofrecía a Olvido Páez que entraba al mismo tiempo, no el brazo derecho, sino el izquierdo.

Pero como si Robledo tuviera empeño en evitar que le tomasen por un personaje romántico, se apresuró á decir escépticamente: Yo busco á la mujer cuando me hace falta, y luego continúo solo mi camino. ¿Para qué complicar mi existencia con una compañía que no necesito?... Una noche, al salir los tres de un teatro, Elena mostró deseos de conocer cierto restorán de Montmartre abierto recientemente.

¿De qué hablaban, Rorró? Angelina se apresuró a responder: De que Rodolfo se ha estado un siglo para separar esos pétalos. Y diga usted también que decía que estoy prendado de la señorita Fernández. ¡Qué es eso, Rorró! exclamó mi tía. Señora, eso cuentan por ahí.... ¿Usted lo cree, tía? No, muchacho; ni sería de mi agrado. A Carmen que le gustaría.

El fabricante de sidra tuvo conocimiento de este dicho, habló pestes en el Saloncillo de don Pedro, y se mostró vivamente ofendido de tal suposición; mucho más ofendido de lo que en realidad estaba. Alvaro Peña, que no estaba contento sino cuando tenía un desafío entre manos, se apresuró a decirle en voz alta con la arrogancia que le caracterizaba: Pierda usted cuidado, don Rudesindo.

Tranquilícese usted, Mabel se apresuró a contestar la burlona Diana; ha sido prevenido por orden mía. ¡Qué extraña idea tiene usted de nuestra manera de comprender los deberes para con los huéspedes, para suponer que María Teresa y yo no trataríamos de procurar a nuestras amigas el mayor placer posible!

Este gesto hirió a la solterona, que se apresuró a decir con aguda sonrisa: Pues precisamente porque a te importa es por lo que temo decírtelo. No entiendo... María Josefa se inclinó hacia ella y le dijo: Porque dicen que el padre de la criatura es Luis. Como ya antes había sentido la puñalada, Fernanda quedó impasible y preguntó con indiferencia: ¿Qué Luis? El conde, muchacha.

Se apresuró a prodigarle todos los cuidados que en el momento se le ocurrieron. Entre la patrona y él le bañaron las sienes con agua fría, le hicieron oler algunos pomos de los que ella traía en su saquito de mano. No tardó mucho en abrir los ojos. Estuvo algunos momentos con la mirada seria y fija en el sacerdote. Luego sonrió dulcemente. La huéspeda se apresuró a ofrecerse.

Por fortuna, San Nicolás le curó en seguida, soplándole en la cara. El niño se puso al punto muy alegre y pidió de beber. Yo y San Nicolás lloramos de alegría. ¡Palabra de honor! Los ojos de Pomerantzev se llenaron de lágrimas; pero se apresuró a secárselas, y añadió en son de broma: ¡Vaya un doctor San Nicolás! No se parece usted a él...

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