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Actualizado: 4 de junio de 2025


Particularmente cuando se presentó Cirilo su confusión fue tan grande que Clara, advirtiéndola, se apresuró a sacarla de la estancia y llevarla a su gabinete y allí la dejó entretenida con el niño. Se pasó recado al hotel de la Castellana para que enviasen el coche con el equipaje y, después que hubieron comido, las tres mujeres se dirigieron a la estación.

Cuando, terminado todo, salió el P. Jacinto de casa de Doña Blanca, se apresuró á ir á ver al Comendador, quien le aguardaba impaciente, no habiéndole visto al llegar de Villabermeja, porque el fraile había adelantado más de una hora su venida á la ciudad. Excusándose de esto y de su precipitación en dar pasos sin consultar al Comendador, el P. Jacinto le relató cuanto había pasado.

¿Es a la señorita de Grevillois a la que encuentra usted tan linda? le dije enseñándole el párrafo de lejos. No quiero responder a usted. Elena parecía enfadada y volvía la cabeza para no verme. Si me responde usted, le devolveré la carta. , es esa señorita. Cogió la carta, que le devolví, y se apresuró a meterla en el sobre. ¿Qué quería decir ese «pero» que ha borrado usted?

El doctor se apresuró a montarla, y dijo, mirándola con ternura: «¡He aquí, tal vez, la salvación de la condesaEstas palabras fueron tanto más penosas para Mantoux, cuanto que acababa de echar el ojo a una pequeña propiedad, con sus árboles y su casa para el dueño, el nido que podía apetecer una familia honrada.

Machas de las imágenes del poeta no podía comprenderlas, aun después de las aclaraciones del traductor. Otras le parecían extravagantes, y tuvo que hacer esfuerzos para no saludarlas con una carcajada. Pero temiendo molestar al buen Flimnap, se apresuró á decir: Me parecen excelentes.

Saludo el heroísmo majestuoso de la vieja guardia. Y sin prestar atención a la palabra risueña pero un tanto fuerte con que la exuberante madama contestaba a su saludo, Isidro se apresuró a huir tras de Manzanares, que se había despegado del grupo. Empezaba el concierto matinal en la terraza del café. Circulaban los camareros con grandes bandejas cargadas de sándwichs y tazas de caldo.

Había escrito a su tío para que le enterase de lo que allí acaecía en su ausencia, y no acababa de recibir contestación. Cierta mañana, por fin, almorzando solo en el comedor de la fonda, le trajo el camarero una carta. En cuanto vio el sobre se apresuró a abrirla con mano trémula.

Un arquero se apresuró á llevarle ropas y traje de los que á bordo del galeón dejara, y después de mudarse y lavar sus heridas no tardó en recobrar fuerzas y buen humor, olvidado por completo de la fatiga de aquella mañana.

El príncipe, sabiendo por experiencia que su coronel no conocía el valor del tiempo cuando empezaba á hablar de la «legitimidad» y de «sangre derramada», se apresuró á interrumpirle. Bueno; ya lo sabemos. Pero ¿qué duquesa es la que encontraste?... La señora duquesa de Delille.

La contempló Narcisa, ceñuda, como indagando de dónde había sacado «aquello»; pero ella se apresuró a depositar el tesoro en los hondos bolsillos de Andrés, prometiéndole: Ya te daré más..., mucho más.... Andrés se olvidó de Carmencita.

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