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A trangullones despachó la comida, apresurándose a largarse a la calle. Tal era su miedo de que la señora le viese, que bajó la escalera a escape, y se le erizaba el cabello pensando en que si Guillermina subía cuando él bajaba, no tendría dónde meterse para evitar su encuentro.

Á pesar de esto no se notó que huyera las ocasiones de acompañarla; antes al contrario, parecía que las solicitaba. Mas, una vez á su lado, dejaba pasar las horas sin despegar los labios, apresurándose á cumplir sus órdenes más insignificantes. La timidez del mayordomo no era en verdad de la misma índole que antes. Había en ella más idolatría á la mujer que respeto á la señora.

¿Qué es esto?... ¿Qué es lo que pasa? ¡Mi hija!... ¡Dios mío! clamó Osuna, apresurándose a reconocerla. Oiga usted, ¡sucio, canalla, desorejado! profirió D. Peregrín, dirigiéndose al excusador. ¿Qué situación es ésta para un sacerdote? ¿No se le cae la cara de vergüenza?

¡Jesús!... ¡Vaya por Dios! ¡Vaya por Dios!... No pensé que fuera para tan pronto... ¡Pobre D. Álvaro! exclamó levantándose vivamente y apresurándose a ponerse los manteos y el sombrero. ¡Bah! ¡Un hereje que no ponía los pies en la iglesia! ¿Qué importa que se muera? Cuanto primero se lo lleven los demonios, mejor. El excusador le dirigió una mirada tímida y ansiosa.

El furioso ataque sorprendió á éstos sobre manera, é ignorantes del número de sus enemigos y creyendo que los rodeaba el grueso del ejército inglés que se hallaba por aquellos contornos, dieron la señal de retirada, apresurándose á dejar el valle en busca de posición más favorable para la defensa. Los ingleses no pensaron en continuar su ataque ni en perseguirlos.

Era una mujer entre los cuarenta años y los cincuenta, que todavía guardaba vestigios algo borrosos de una belleza ya remota. Su obesidad desbordante, blanca y flácida tenía por remate una cabecita de muñeca sentimental; y como gustaba de escribir versos amorosos, apresurándose á recitarlos en el curso de las conversaciones, sus enemigas la habían apodado «Cien kilos de poesía».

Clara contestaba también muy á prisa para no quedarse atrás: así es que, por último, apresurándose una y otra, resultaba que aquello parecía una apuesta de velocidad en la pronunciación. Llegaron al fin sin aliento y muy cansadas. Paulita tuvo necesidad de respirar el aire libre, abrió el balcón y miró á la calle; hecho inusitado, cuya gravedad no comprendió Clara tampoco.

Da á este hombre, dos doblones de á ocho. Doña Clara sacó un precioso bolsillo, y de él dos doblones. Aquí sobra dinero, señor dijo con un acento particular el alcaide, al recibir las dos monedas de oro. Guardadlo dijo don Juan. Viváis mil años, señor dijo el alcaide apresurándose á abrir la puerta.

No, hija, me iba a marchar en seguida contestó aquél, bastante confuso y apresurándose a levantarse. ¡Te ibas, te ibas! Adonde te vas a ir es a lo que sabes, hablando con perdón de estos señores. Pus hombre, ni que fuera una...

Observará el lector que mi cuñada, dando muestras de escasísima lógica, se empeñaba en considerar mi rojiza cabellera casi como una ofensa y en hacerme responsable de ella, apresurándose a suponer en , sin otro fundamento que esos rasgos externos, cualidades que por ningún concepto poseo, y mostrando como prueba de tan injusta deducción, lo que ella daba en llamar la vida inútil y sin objeto determinado que he llevado hasta la fecha.