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Actualizado: 10 de mayo de 2025
Me apoyaba orgullosa en su brazo, riendo de las equivocaciones del mundo. ¡Lo que hemos bailado el año antes de la guerra, sin que nadie sospechase el verdadero afecto que me ligaba á mi acompañante! Alicia hizo una pausa para saborear mejor sus recuerdos. Sonreía vagamente al pensar en el error maligno de las gentes.
Había algunos rostros bastante agradables entre las mujeres, frescos y sonrosados, los cuales, por más que aparentasen mucha atención y recogimiento, no dejaban de volverse a menudo, y con visible curiosidad, hacia el forastero pálido que se apoyaba en el quicio de la puerta de la sacristía.
Llevaba terciada la espada del hombro, y en la mano apoyaba la pica obscura, pero de hierro muy luciente. Considerándolo un breve espacio, y porque no dudase de mi valor, le dije que estaba resuelto a todo, y ordenándome que le siguiese, fuíme en pos de él, ya casi perdido todo recelo por haberme largado la pica en que se apoyaba para que yo la condujese.
El silencio que reinaba en aquella pieza larga y anticuada, era interrumpido sólo por sus amargos sollozos y por el solemne tic-tac del gran reloj antiguo que había en el extremo más lejano de la habitación. Mi mano se apoyaba tiernamente sobre el hombro de la pobre niña, pero transcurrió un largo rato antes de que pudiera conseguir que enjugase sus lágrimas.
Mecida por el monótono tic-tac del reloj, apoyaba su cabeza contra el alto respaldo del sillón, dejando errar sus miradas de las llamas de la chimenea a las sombras que bailaban sobre las paredes, y pensaba en Huberto y en Juan. María Teresa poseía ese sentido crítico, ese espíritu de análisis que sabe deducir de un hecho algo más que el incidente trivial.
Pero el cuerpo de la señorita le buscaba, se apoyaba en él, sin que pudiera librarse de su dulce pesadumbre, por más que echaba el pecho atrás. Afuera, en el patio, sonaba la guitarra del señor Pacorro, y las cantaoras, roncas por el vino, acompañábanla con gritos y palmas.
Cien años habría yo buscado en el fondo de mi pecho torturado y abrasado, antes de encontrar una sola palabra que valiese un suspiro de aquel melodioso instrumento que decía tantas cosas y no sentía ninguna. Magdalena le escuchaba anhelante. Yo estaba detrás de ella tan cerca como permitía el respaldo de su butaca, en el cual me apoyaba.
Pero en medio de la satisfacción que siento, recuerdo con honda pena al joven que tan enamorado estaba de Cesarina y al cual apoyaba en sus pretensiones. ¡Pobre joven! ¡Cuánto habrá sufrido!... Puesto que no queda ya ninguna esperanza, es preciso, pues, romper del todo, lo antes posible; Dios me ayudará como me ayuda siempre, y yo no me cansaré de repetirle millones de veces mi reconocimiento por los beneficios que me concede.
Cuando el tren rompió a andar, pasaron unas chispas, rápidas como exhalaciones, ante el cristal en que apoyaba su rostro el recién llegado. Al cual no dejó de parecer extraña y desusada cosa así que, cesando de contemplar las tinieblas, convirtió la vista al interior del departamento el que aquella mujer, que tan a su sabor dormía, se hubiese metido allí en vez de irse a un reservado de señoras.
Mientras se apoyaba en ellas para alzarse, ¿qué iba a hacer Tristán sino besarlas con transporte? En efecto, fue lo que hizo. Montaron de nuevo, pusieron los caballos al galope para salvar los tres kilómetros que aún restaban antes de llegar a casa.
Palabra del Dia
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