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Actualizado: 14 de octubre de 2025
Mas en medio de este revuelto mar de apetitos y torpes deseos suelen flotar también, digámoslo en honor de los jóvenes jurisconsultos españoles, nobles y legítimas ambiciones y rasgos de conmovedora modestia.
Ya no vivían la vida del presente, con olvido del resto del mundo, como si la humanidad hubiera muerto, los continentes se hubiesen hundido y no quedasen sobre el planeta otras personas que este puñado de seres flotando sobre un arca de acero, sin tener que preocuparse de la comida, que encontraban siempre pronta, sin miedo a los compromisos sociales de un mundo lejano, con los apetitos en libertad y la conciencia soñolienta.
De la cantidad con que cualquier manirroto se proporciona un placer, Juanito Santa Cruz sacaba siempre dos. A fuer de hábil financiero, sabía pasar por generoso cuando el caso lo exigía. Jamás hizo locuras, y si alguna vez sus apetitos le llevaron a ciertas pendientes, supo agarrarse a tiempo para evitar un resbalón.
Yo tengo en Bilbao un amigo que se compró a sí mismo trescientas toneladas de brea. No se trata de un bilbaíno, sino de un madrileño. A poco de llegar al café del bulevar, este chico dijo que necesitaba brea. En Maxim's hubiese pedido whisky, pero en el café del bulevar se le desarrollaron apetitos de más importancia. Quería brea, muchas toneladas de brea, y cuanto antes, mejor.
»Del cual salí diez meses después que mis inseparables amigas Leticia y Sagrario, muy ducha en bailar, en hacer reverencias, en modular la voz, en manejar el abanico y la cola del vestido de baile, en esgrimir los ojos y la sonrisa, según los casos, los sexos y las edades, y en el ceremonial decorativo y escénico de las prácticas religiosas; tal cual en lengua francesa, materialmente al rape en obras de costura y principios de economía doméstica, y casi, casi, en el idioma nativo; y sobre todo esto, y por razón de los contrabandos del colegio y de las incompletas ideas adquiridas en conciliábulos clandestinos, y la propia observación hecha a medias con trabas y sobresaltos, y quizás también por obra de mi temperamento o de mi carácter, franco y expansivo, un ansia, que rayaba en voracidad, de ver el mundo por dentro, de conocerle a fondo, de saborearle a mis anchas, sin los velos y cortapisas que a las puertas de él me habían, hasta entonces, despertado los apetitos.
Como no tenía nada de gazmoño, la confesión concluyó por ser un diálogo de amigos. Diole consejos sanos y prácticos, hízole ver con palmarios ejemplos, algunos del orden humorístico, la perdición que trae a la criatura el dejarse mover de los sentidos, y le pintó las ventajas de una vida de continencia y modestia, dando de mano a la soberbia, al desorden y a los apetitos.
A la verdad todos estos nacen del amor propio, que es la fuente de todas las pasiones y apetitos; mas aquí queremos en general mostrar los varios caminos con que este oculto enemigo nos engaña en el exercicio de las Artes y Ciencias.
Después de un día de penas, apuros, celos y disputas, llega la noche, y para consolarte... das un baile. ¡Qué gracioso! Satisfaces tu orgullo y tus apetitos determinando en ti una gran excitación cerebral, de la cual irradian sensaciones y goces. Sabes vestir con tal arte la mentira, que tú misma llegas a tenerla por verdad. Te engañas con tus propias farsas, desgraciada.
Se diría que Goethe, cuya defensa hemos hecho y a quien no creemos malo, allá en los momentos de mayor severidad contra sí mismo, cuando más descontento se hallaba de su pensamiento y de su corazón, hundió en él la mirada aguda y escudriñadora, hizo cruel examen de conciencia y sacó de allí las malas pasiones, las iras, las envidias, las concupiscencias, los demás apetitos viciosos, las tempestades, los desórdenes y las otras negras tintas con que traza la figura moral de su héroe.
Le parecía ridículo su orgullo masculino; se avergonzaba de su envidia. ¡Lo que le importaban a aquella bestia negra que los mantenía sobre sus lomos de acero todas las miserias y picardías de que la hacían complice...! ¡Lo que podían interesar al Océano obscuro y replegado en su misterio, y a los alfilerazos de luz que brillaban a la vez en las alturas del cielo y en los repliegues del agua, aquellos apetitos y necesidades del hormiguero instalado en la cáscara flotante!...
Palabra del Dia
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