Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 13 de mayo de 2025
Los faroleros realizan a la carrera una tarea de resultados extraños, pues al apagar la luz de los faroles entregan el campo a la más franca irradiación de la indecisa luz con que el día se anuncia.
La segunda vez, sobre todo, en que Cecilia y Gonzalo se rieron con gana llevándose la servilleta a la boca para apagar el ruido, la mirada del prócer fué más larga, más fría y distraída aún. Venturita, indignada, los apuñalaba con los ojos.
Nuestra fuerza está en nuestra debilidad. No sé quién ha dicho que debe emplearse más presteza para sofocar un resentimiento que para apagar un incendio. Y si el resentido es el marido, la presteza debe ser mayor. Una palabra dulce calma la ira.
Sabed ¡oh tímidas y pudorosas doncellas merecedoras del blanco azahar! que la puerta de comunicación no se abrió aquella noche. Acostose Cristeta, y al apagar la bujía vio que por el ojo de la cerradura entraba un hilo de luz, al cual parecían dejar paso mal intencionadamente las prendas colgadas de la percha.
Procura que si las obras son malas la facha sea buena. ¡Siquiera la facha! ¡Ya me imagino al charro! ¡Ja, ja, ja, ja! El buen servidor gustaba de bromearse conmigo; se complacía en tratarme como a un niño en quien conviene apagar las llamaradas de una vanidad jactanciosa. Acaso no cuadraban con el carácter de Andrés, grave, formal, modesto, casi adusto, ciertas genialidades y ligerezas del mío.
Comprendió su debilidad, tuvo miedo a los amargos dolores que se le preparaban y respondió como la esposa: «He quitado ya mi túnica; ¿cómo ponérmela otra vez? He lavado mis pies; ¿cómo mancharlos nuevamente?» Largo tiempo estuvo luchando consigo misma para apagar la voz que la llamaba a la vida activa, y convencerse de que ella no serviría de nada a la causa del Señor, pero fue en vano.
Era una solución digna de su cabeza destornillada. Con estos comentarios fue desnudándose, y al apagar la luz experimentó entre las sábanas la voluptuosidad del que se ve solo después de haber sufrido una compañía enojosa. ¡Ah, las mujeres! ¡Lástima grande no poder vivir sin ellas!
Y en su pirámide de cinco terrazas se levantaba por sobre toda la ciudad, con sus cuarenta templos menores a los pies, el templo magno de Huitzilopochtli, de ébano y jaspes, con mármol como nubes y con cedros de olor, sin apagar jamás, allá en el tope, las llamas sagradas de sus seiscientos braseros.
Procuraba sofocar sus deseos, apagar la impaciencia; mas a despecho suyo un diablo tentador hacía brincar su corazón de gozo cada vez que tal pensamiento le acudía al cerebro. Con astucia infernal, Salabert hacía lo posible por introducir la desconfianza en el ánimo de su esposa. Unas veces de un modo solapado, otras cínico y brutal, vertía en su alma el veneno de la sospecha.
El respondió: «Nada hay capaz de apagar el fuego de mi pasión como el agua de Zemzem. ¡Dichoso el que la bebe! De mí la salutación para la gente que da vueltas en torno del Hatim y de la estación de Abraham y del templo de la Cava.» Se hizo un silencio como cuando termina un rito. Ramiro sintió vivo impulso de levantarse y escupir en el rostro a aquel hombre.
Palabra del Dia
Otros Mirando