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Actualizado: 16 de junio de 2025


Entre el humo y los reniegos de los antros del vicio, la niña, asida de la mano del maestro, se paraba mirando ansiosamente, tratando de descubrir, al parecer inconsciente de todo, el objeto que buscaba y que absorbía todos sus sentidos.

En Francia, como en España ¡cuántas «fuentes del diablo» y «bocas de infierno» existen, no frecuentadas por los campesinos supersticiosos, y teniendo únicamente de infernal, sin embargo, esas fuentes temidas y esos antros subterráneos, la majestad salvaje del lugar ó la azul profundidad de sus aguas!

Despues de haber sondado el abismo de putrefaccion que se llama Saint-Giles y de haber escuchado las relaciones mas lamentables acerca de White-Chapel y los demás antros de la miseria en Londres, quise conocer lo que los afortunados hacen para conjurar el cataclismo que los amenaza. El contraste de los edificios es curioso.

No lejos de este monumento se encontraban dos ó tres arcones, de esos que tienen cerraduras semejantes á las de las puertas de una fortaleza, y eran verdaderas fortalezas, donde se depositaban los patacones, y donde se sepultaba la vajilla, la plata de familia, las alhajas y joyas de gran precio; pero ya no habla, en sus antros ningún tesoro, á no ser dos ó tres docenas de pesos que dentro de un calcetín guardaba doña Paz para los gastos de la casa.

Un clavo sostenía el sombrero perteneciente á la anterior generación, y un baúl guardaba en sus antros algunas piezas de ropa, en las cuales los remiendos, aunque muchos y diversos, no eran tantos ni tan pintorescos como los agujeros no remendados. »Pero asomémonos á la ventana. Desde ella se ve el tejado de enfrente, con sus buhardillas, sus chimeneas y sus misifuces.

Macilentos, escalofriados, somnolientos y doloridos, principiamos á ver el cómo se retiraban las sombras á sus antros y el cómo la aurora abría las puertas al día. El sol apareció en los cielos, y nos mostró entre ligeras brumas el monte Soledad, á cuya falda se asienta el pueblo de Mauban. A las ocho de la mañana llegamos á aquel.

A esas horas del día la toilette de don Narciso era negligente; pero daban las cuatro, y, no bien había entrado el gallego cuotidiano con las viandas, don Narciso se engolfaba en los antros profundos de la trastienda, sacaba del interior del mostrador un pan de jabón de España, se lavaba con él, en un lavatorio cojo de hierro con pies de sátiro, y a la luz de un cabo de vela, se acariciaba el cuello y la pechera de la camisa para quitarles el aspecto marchito que la labor del día les había impreso; tomaba el peine desdentado de su uso y se peinaba sin agregar otra pomada a sus ensortijados cabellos que un poco de goma de membrillo elaborada por él mismo para su uso particular.

Los gritos de adentro y el sinnúmero de caras que asoman sobre la borda mirando á los del bote que llega, le parecen el alma diabólica y multiforme de aquel monstruoso cuerpo en cuyos antros va á desaparecer quizá para siempre, el hijo de su amor. El atezado rostro de tía Nisca se vuelve lívido. Andrés, por el contrario, se entusiasma más y más según que se acerca á la fragata.

Los soldados, sin recibir órdenes, con la prontitud de la costumbre, se habían aproximado á sus fusiles, que estaban en posición horizontal asomando por las aspilleras. Otra vez los visitantes marcharon uno tras de otro. Descendieron á cuevas que eran antiguas bodegas de casas desaparecidas. Los oficiales se habían instalado en estos antros, utilizando todos los residuos de la destrucción.

Pero los historiadores árabes, muy ignorantes por lo comun de nuestros usos y artes, aunque tan en contacto con la civilizacion romano-gótica que hacia de la España la nacion mas adelantada del Occidente, por no haber encontrado entre nosotros las muelles y corruptoras costumbres del Asia, nos suelen pintar como salvages cubiertos de pieles, y á nuestros edificios como verdaderos antros de fieras.

Palabra del Dia

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