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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Zeviya es dijo gravemente, después de haber sacado la cabeza por la ventanilla, un viajero de cuarenta a cincuenta años, con patillas hasta la nariz y vestido con chaqueta corta, corbata de anillo y sombrero de amplias alas. ¿Usted la ha visto? le pregunté con solicitud. ¿Que zi la he visto?
-Alto, pues; sea ansí -dijo Sancho-, y a Dios prazga que nos suceda bien, y que se llegue ya el tiempo de ganar esta ínsula que tan cara me cuesta, y muérame yo luego. -Ya te he dicho, Sancho, que no te dé eso cuidado alguno; que, cuando faltare ínsula, ahí está el reino de Dinamarca o el de Soliadisa, que te vendrán como anillo al dedo; y más, que, por ser en tierra firme, te debes más alegrar.
Denque empezó a fijarse en esa señora... o lo que sea, que yo le conocí a Juan lo que pensaba. El día que le brindó un toro y vino él con aquella sortija de brillantes, yo adiviné lo que había entre los dos, y me dieron ganas de coger el anillo y patearlo... Luego lo he sabio too, ¡too! Siempre hay gentes que se encargan de yevar soplos, porque esto hace mal a las personas.
Ella misma, sin darse cuenta, rompió el encanto: habiendo avanzado la mano sobre la mesa, en la órbita luminosa de la lámpara velada, irradiaron los fulgores del rubí de su anillo de novia y el ojo de Juan, atraído, vio como sangrar la mano de su amada. Con este simple juego de luz, la realidad entró de nuevo en su espíritu como dueña imperiosa, suscitando el recuerdo del novio.
Paz cogió a su novio la mano, y viendo que llevaba en ella el anillo que le había dado, se la acercó a su pecho, oprimiéndosela fuertemente, mientras, mirándole con fijeza, le dijo: Te llevas mi alma, Pepe, y la promesa de que no seré de nadie más que tuya. Yo te juro que ni he querido, ni querré nunca más que a tí.
Entregaron luego a Kassim para montar, un solitario, el brillante más admirable que hubiera pasado por sus manos. Mira, María, qué piedra. No he visto otra igual. Su mujer no dijo nada; pero Kassim la sintió respirar hondamente sobre el solitario. Una agua admirable... prosiguió él costará nueve o diez mil pesos. Un anillo! murmuró María al fin. No, es de hombre... Un alfiler.
El notario recogió sus papeles, metiólos dentro de un cartapacio, y con éste bajo el brazo, fué a besar el anillo cardenalicio, y salió de la estancia después de hacer profunda reverencia. En seguida ordenó a su camarero: ¡Que pase el Conde! Don Fabricio de Portinaris rayaba en los cincuenta años.
-Mira, Sancho -respondió don Quijote-: yo traigo los refranes a propósito, y vienen cuando los digo como anillo en el dedo; pero tráeslos tan por los cabellos, que los arrastras, y no los guías; y si no me acuerdo mal, otra vez te he dicho que los refranes son sentencias breves, sacadas de la experiencia y especulación de nuestros antiguos sabios; y el refrán que no viene a propósito, antes es disparate que sentencia.
Una nuera protestante es susceptible de ser convertida por la influencia de piadosas exhortaciones, ¿y devolver al regazo de Nuestra Señora Madre la Iglesia una oveja descarriada, no es hacer una obra piadosa? Continuando la lectura de su correo, Huberto descubrió una pequeña caja, cuidadosamente envuelta. La abrió: era el estuche, sobre cuyo terciopelo blanco descansaba el anillo de rubí.
El placer que sentía por la declaración oída, se avivaba por el hecho de que quien la había pronunciado poseía una sonrisa seductora y unos ojos persuasivos. Volvió a ver también, oprimiendo su mano, una mano larga y blanca adornada con un curioso anillo antiguo. ¡Me gusta! murmuró. Poco a poco todos abandonaban a Etretat. En el Casino, en la playa, no se veía sino alguno que otro bañista.
Palabra del Dia
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