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Esta mortificante decepción se le aparecía como un anillo más de la cadena de hechos dolorosos que iban sucediéndose desde su llegada a Val-Clavin. Una fresca brisa que bajaba de las alturas inclinaba muellemente los sembrados y movía con levísimo rumor las copas de los árboles.

17 Y fue traída una piedra, y puesta sobre la puerta del foso, la cual selló el rey con su anillo, y con el anillo de sus príncipes, para que el acuerdo acerca de Daniel no se mudase.

Capitana Loleng se santiguó, miró inquieta hácia las piedras temiendo verlas convertidas en brasas; capitan Toringoy se quitó el anillo que había venido de Simoun. Simoun ha desaparecido sin dejar huellas, añadió Chichoy; La Guardia Civil le busca. ¡! dijo Sensia; ¡que busquen al demonio! Y se santiguó.

¿Es para algún asunto de conciencia, hija mía? preguntole el prelado dulcemente, dándole al mismo tiempo su anillo a besar. , señor respondió la joven con voz alterada por la emoción. Es para un asunto de la conciencia de Su Ilustrísima. ¿De mi conciencia? exclamó el obispo, irguiéndose lentamente y dejando caer sobre ella una mirada de sorpresa y curiosidad.

Federico y el médico se apartaron, dirigiéndose a una de las entreabiertas ventanas. Retiré el anillo del Rey que tenía en mi dedo y lo puse en el suyo. He procurado llevarlo con honra, señor le dije. No puedo hablar mucho repuso con voz débil. He tenido una viva discusión con Sarto y el General, quienes me lo han dicho todo.

Don Quijote le llamaban sus compañeros; y hoy, que ya es todo un guapo mozo, no parecerá imprudente confesar que el mote le estaba como anillo al dedo.

Los españoles encontraban con asombro al mozo de Sanlúcar, de Triana o de un pueblecillo de Extremadura con el pecho pintarrajeado, corona de plumas y un anillo en la nariz, apoyado fieramente en su arco y barboteando trabajosamente un castellano que casi había olvidado.

Blanca le hacía toda clase de fiestas y cariños al insinuante abate: al sentársele al lado, aquella criatura, fría e impávida, se volvía una gata mimosa con el clérigo: le besaba respetuosamente el dedo ceñido por el anillo de regla: le tomaba el capelo, le traía ella misma la taza de y le ponía en la boca alguna rica golosina de Roverano, con una gracia indescriptible.

EL JUDÍO. ¿No es más que eso? Adiós, joven. BLASILLO. Una palabra, no se retire tan pronto. EL JUDÍO. Hable, pero sea breve. BLASILLO. Aquí en la calle no puedo; déjeme entrar en su casa, y entonces... EL JUDÍO. ¡Que el anillo de Salomón te sirva de collar! ¡Vete! BLASILLO. Puesto que usted se niega, voy a intentar un último medio.

En realidad, hacía algún tiempo descuidaba intencionalmente ponerse su anillo de novia; había observado que los ojos de Juan eran invenciblemente atraídos por el fulgor del rubí tornasolado, sobre el cual parecían caer todas las caricias de la luz. De manera que por una delicadeza instintiva, no queriendo colocar diariamente ante sus ojos un símbolo que debía afligirlo, no se ponía el anillo.