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Actualizado: 12 de junio de 2025
Las niñas jugaban un rato en aquella pocilga, hasta que la madre Angustias sonaba desde su cuarto una siniestra campanilla, que reunía en torno á su caña á los tristes ángeles del muladar. Después de comer llevaba el rosario la madre Brígida, por no poder hacerlo la madre Angustias, á causa del asma que la afligía, entrecortándole la voz.
Don Baltasar encontró llano lo que había creído insuperable, fácil lo imposible, próximo lo que nunca podía llegar, trocado en ventura lo que antes sólo había sido para él angustias y desvelos, y desesperación y lágrimas, que a tanto puede llegar un error creído verdad por el deseo. ¿Pues cómo a ese cruel enemigo de mi madre y mío, no se le representó que una señora tan de tal nobleza y tal y tan grande crianza como lo era mi madre, no podía dar en la liviandad de asistir a una música que un mal respetador de su honra la daba, en sus miradores, y dejándose ver, y aun no sola, sino acompañada de sus doncellas, como para hacerlas testigos de su desvergüenza?
A pesar de esto, el espada decidió abandonar este año a los del Gran Poder, para salir con los de la Macarena, que escoltaban a la milagrosa Virgen de la Esperanza. La señora Angustias se alegró mucho al conocer su decisión. Bien se lo debía a la Virgen, por haberle salvado de la última cogida. Además, esto halagaba sus sentimientos de plebeya sencillez. Ca uno con los suyos, Juaniyo.
No; en vez de revelarle sus angustias se había contentado con escuchar distraídamente las frases de salón y las historias de club que, en su inconsciencia, Huberto no consideraba inoportuno referirle. En justicia, se reconoció algo culpable. Así, pues, tomó la resolución de demostrarse más afectuosa en sus próximas entrevistas.
Hallámonos en grandes angustias, no sólo por esto que nos decía, cuanto porque tenía el semblante más de cadáver que de cuerpo vivo: y queriendo consolarnos, no pudo proferir palabra por habérsele inflamado la lengua.
A medida que el pavoroso término avanzaba, las angustias de Beatriz hacíanse más incesantes, más intolerables, más mortales.
Cuando llegaron a la casucha del barrio de la Feria iba tras el carruaje un inmenso grupo, a modo de manifestación popular, dando vítores que hacían salir las gentes a las puertas. La noticia del triunfo había llegado allí antes que el diestro, y los vecinos corrían para verle de cerca y estrechar su mano. La señora Angustias y su hija estaban en la puerta de la casa.
La señora Angustias abandonó todo propósito de corrección, juzgándolo inútil. Se hizo la cuenta de que no existía su hijo. Cuando se presentaba en casa por la noche, a la hora en que la madre y la hermana comían juntas, hacíanle plato silenciosas, intentando abrumarle con su desprecio. Pero esto en nada alteraba su masticación.
La hija, Angustias, ésa sí hace compañía frecuente a su padre, como ustedes habrán visto. Es decir.... Voy a revelarles un secreto: Belarmino no es padre legítimo de Angustias.... ¿Cómo? interrogaron a la par don Restituto y doña Basilisa, un poco escandalizados. Prosiguió solo don Restituto : ¿hija espúrea acaso? ¿De él o de ella? De manera que... ¿nos la han estado pegando? Calma, señores míos.
Casi no es hipérbole decir que la señá Benina, al salir de Santa Casilda, poseyendo el incompleto duro que calmaba sus mortales angustias, iba por rondas, travesías y calles como una flecha. Con sesenta años a la espalda, conservaba su agilidad y viveza, unidas a una perseverancia inagotable.
Palabra del Dia
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