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Actualizado: 12 de junio de 2025
Se organizó una corrida de novillos con un fin benéfico, y aficionados influyentes, ganosos de novedades, consiguieron incluirlo en el cartel, gratuitamente, como matador. El hijo de la señora Angustias se opuso a que figurase en los anuncios su apodo de Zapaterín, que deseaba hacer olvidar. Nada de motes, y menos de oficios bajos.
Es más; si se considera lo que indudablemente les espera en esta vida, puede asegurarse que les causo un terrible mal... Vivir abrumados de trabajo, de sufrimientos, de angustias, y por fin de fiesta quizá una muerte aterradora como la de sus padres allá entre las olas embravecidas. ¡Hermoso porvenir! Bien pueden darnos las gracias esos pobres chicos por la felicidad que les preparamos.
Ardua es la qüestion, dixo Candido. Suscitó este razonamiento nuevas reflexîones; y coligió Martin que el destino del hombre era vivir en las convulsiones de las angustias, ó en el parasismo del fastidio.
Las fatigas, las noches sin dormir y las privaciones habían tomado una gran parte en la enfermedad crítica que la edad le había aportado. Añadid a esto las angustias continuas de una madre que espera el último suspiro de su hija. La señora de La Tour de Embleuse sentía tanto o más los dolores de Germana que los suyos propios.
La señora Angustias mostrábase satisfecha, como después de una gran corrida. ¡Su hijo salvando a una de aquellas señoras que ella miraba con admiración, habituada a la reverencia por largos años de servidumbre!... Carmen permanecía silenciosa, no sabiendo ciertamente qué pensar de este suceso. Transcurrieron varios días sin que Gallardo tuviese noticias de doña Sol.
Solo la iglesia conserva en sus archivos una partida de defunción; la campana un triste eco en la noche de todas las ánimas; la tierra un poco más de lodo, y el enterrador unos trozos de leña, restos de los descarnados brazos de una tosca cruz que carcomió y desunió la inclemencia del tiempo. Paseo á caballo. El cocal de las Angustias. La ermita. La esquila del santuario.
Gallardo, ofendido por el mal gesto del cuñado, no se había atrevido a pisar su tienda, situada en las afueras de la Macarena, ni a apearle el ceremonioso usted cuando de tarde en tarde le encontraba en casa de la señora Angustias. Voy a ver cómo corren a naranjazos al sinvergüenza de tu hermano había dicho a su mujer al ir a la plaza.
Quedose, pues, mi madre casada y enamorada, y si no con el dolor de viuda, con las angustias de ausente; que las mujeres que bien aman, aunque yo de amores no entienda, tengo para mí que han de recelar y temer por todas partes una mudanza o un peligro que les roben su esposo, y a verle no vuelvan. Pasaba el tiempo, y mi padre no volvía.
En suma, para qué cansarte: las angustias y los apuros de las señoras de Pinto fueron inefables e innumerables durante cerca de dos meses que permanecieron sus parientes en la capital de Francia. Por dicha se marearon estos de oír tanto ruido como hay en estas calles de París, de estropear la lengua de Voltaire y de que nadie les hiciera caso sino los que les sacaban el dinero.
Inmediatamente se arrepintió, como si acabase de aprobar algo que le parecía absurdo. Empezó á reir Elena, olvidando con una facilidad asombrosa las angustias del presente. Yo siempre he adorado los viajes dijo con entusiasmo . Montaré á caballo, cazaré fieras, arrostraré grandes peligros. Voy á vivir una existencia más interesante que la de aquí; una vida de heroína de novela.
Palabra del Dia
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