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Actualizado: 11 de junio de 2025
Para contemplar en toda su majestad una de esas poderosas masas de agua, y comprender que se tiene ante la vista una de las fuerzas en movimiento de la tierra, no es necesario hacer un largo viaje, atravesar el Viejo Mundo, ó ir á visitar, cerca de su desembocadura el Brahmaputrah y el Yat-tse-kiang, los dos, hijos del mismo dios; no es necesario tampoco salvar el Atlántico y viajar por el Misisipi, el Orinoco ó el Amazonas, anchos como mares y sembrados de archipiélagos.
Pero la vieja, pegada tenazmente al arco de la puerta, pudo ver de lejos á varias mujeres que pasaban y repasaban por los patios, en las evoluciones de su trabajo, todas ellas con pantalones anchos, lo mismo que si fuesen ciclistas.
Al resplandor de estas llamas, Quevedo vió un hombre embozado que se deslizaba junto al muro del edificio, sobre un terreno que no habían podido reblandecer las lluvias por estar cubierto por los anchos aleros. ¿Quién será éste dijo Quevedo que adelanta y me mira? ¿estaría cercada la casa? pues si es así, á lo menos con éste me quedo. Y sacando de su cinto uno de los pistoletes, le armó y apuntó.
¡Qué calor, qué calor! exclama Orsi cuando acaba . Azorín a ver, un poquito de cognac... Son las doce. El salón está casi vacío. Diminutas mariposas giran en torno a las lámparas; por los grandes balcones abiertos entra como una calma densa y profunda que se exhala del pueblo dormido, de la oscuridad que en la calle silenciosa ahoga los anchos cuadros de luz de las ventanas.
Y de pronto el maestro se agita nervioso, abre anchos los ojos y grita con angustia: ¡Mi espíritu!... ¡Mi espíritu!... Sus manos se contraen; su mirada se pierde a lo lejos, extática, espantada. Y poco a poco, sosegado de nuevo, su rostro se distiende como en un sueño; la respiración se debilita; algo a modo de una espiración sollozante flota en el ambiente silencioso.
Diciendo y haciendo, había cogido María las orejas a Momo, ya se las tiraba de manera de arrancárselas. Fue la suerte de María, que al primer berrido que dio Momo, con toda la fuerza de sus anchos pulmones, se le atravesó un bocado de pan y sardina, lo que le ocasionó tal golpe de tos, que ella, ligera como buena gaviota, pudo escaparse del buitre.
En este diario y en aquel, no bien puso el pie en el país, escribió el señor Valle con mano ejercitada, aunque un tanto febril y descompuesta, sus azotainas contra las monarquías y vilezas que engendra, y sus himnos, encendidos como cantos de batalla, en loor de la libertad, de que «los campos nuevos y los altos montes y los anchos ríos de esta linda América, parecen natural sustento».
Por Yucatán estuvo el imperio de aquellos príncipes mayas, que eran de pómulos anchos, y frente como la del hombre blanco de ahora. En Yucatán están las ruinas de Sayil, con su Casa Grande, de tres pisos, y con su escalera de diez varas de ancho.
A la puerta de la sacristía, un farolillo encendido proyectaba vagos resplandores en una de las naves. El resto del edificio estaba sumido en la obscuridad, y apenas caía de las altas vidrieras la claridad suficiente para impedirme tropezar en los anchos pilares.
Cuando nada restaba por gozar, volvió el pobre barrendero á ser conducido á la calle. La nieve caía en anchos copos, y el frío era intensísimo.
Palabra del Dia
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