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Actualizado: 28 de mayo de 2025


Es como si un español escribiese un libro sobre los Estados Unidos, y sin acordarse de Washington, de Franklin, de Lincoln, de Grant, de Emerson, de Poe, de Edison, de Chaning, de Whittier y de otros muchos ilustres personajes; de sus nobles y hermosas mujeres, de sus grandes ciudades, de sus monumentos, de su riqueza, de su prosperidad, de las bellezas naturales de su territorio, de la anchura del Hudson y del Misisipí, y del salto del Niágara, recordase sólo la abundancia de cerdos que se crían y se matan en Chicago y titulase su libro El país del cerdo.

Esto es, al menos, lo que nos han dicho los geólogos después de haber hecho remover el suelo por los campesinos y haber observado durante largo tiempo en la llanura y las vertientes de las colinas las arenas, las piedras y arcillas arrastradas en otras épocas por la corriente. Parece que el Sena arrastraba en otro tiempo en sus grandes crecidas un caudal de agua como el Misisipi.

Para contemplar en toda su majestad una de esas poderosas masas de agua, y comprender que se tiene ante la vista una de las fuerzas en movimiento de la tierra, no es necesario hacer un largo viaje, atravesar el Viejo Mundo, ó ir á visitar, cerca de su desembocadura el Brahmaputrah y el Yat-tse-kiang, los dos, hijos del mismo dios; no es necesario tampoco salvar el Atlántico y viajar por el Misisipi, el Orinoco ó el Amazonas, anchos como mares y sembrados de archipiélagos.

Si de los cuatro siglos que hace que poseemos á Cuba hubiéramos sacado de ella y enviado á España durante cuarenta años siquiera, á diez años por siglo, la mitad no más de lo que anualmente robamos á Cuba, ó sean veinticinco millones de pesos fuertes y esto sin contar las remesas misteriosas é infinitas que hacen los peninsulares, tendríamos que, en poco tiempo, habrían ingresado de Cuba en España nada menos que mil millones de pesos fuertes. ¿En qué Pozo Airón, en qué sumidero, en qué insondable abismo ha venido á precipitarse y á hundirse este Misisipí, este Amazonas de oro? ¿Dónde están los palacios, las soberbias quintas, los hadados jardines, el lujo sardanapálico y los sibaríticos deleites de los peninsulares que trajeron de Cuba todo ese dinero? ¿Dónde están los templos, los obeliscos y las pirámides que hemos levantado con el áureo vellocino de nuestra Colcos?

Pues bien, que tome el de su padre: Santaló. No, señor dijo la condesa . Es preciso que acabe en i para que le prestigio; mientras más íes, mejor. En ese caso dijo Rafael , que se nombre Misisipí. Consultaremos a Polo dijo la condesa . Y a propósito, ¿dónde se ha escabullido nuestro poeta?

Palabra del Dia

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