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Perteneció a la generación literaria de Gautier, de Balzac, de Baudelaire, de Murger y de Houssaye; época de la bohemia dorada, pintoresca y espiritual. Los amplios bolsillos de su levita negra eran una amplia biblioteca ambulante. Libros de versos, de filosofía, de estética, e innúmeros cuadernos de apuntes.

Todo esto quiso decir con los ojos; pero ella no debió de entenderlo, porque se despidió del Magistral dejándole el alma, por conducto de las pupilas, entre los pliegues amplios y rítmicos del manteo. De este se despojó don Fermín, después de acercarse a un armario y muy gravemente vistió el ajustado roquete, la señoril muceta y la capa de coro.

Era hijo natural de un vidriero, que le reconoció al morir, dejándole pequeña fortuna; pero los albaceas testamentarios, á quienes el difunto dió amplios poderes, hicieron un inventario, del cual resultaba que el vidriero no había dejado en el mundo cosa alguna de valor. El Doctrino les pedía dinero, y ellos le solían decir: "Tome usted para un semestre." Y le daban una onza.

Observad como él y sus mugeres van para no ser conocidos encubiertos con ámplios albornoces, con los capuchones calados sobre los ojos.

No nos hemos propuesto estendernos sobre el uso de los medicamentos por los métodos revulsivo, derivativo, contra-estimulante, etc.; y respecto á su uso esterno , los señores Trousseau y Pidoux dan los mas ámplios detalles, así como no consignan los mejores datos para el uso médico é interno de los medicamentos.

Otro de ellos atado fuertemente con sólidas lianas, estaba tendido sobre la yerba, haciendo desesperados esfuerzos por librarse de sus ligaduras. Los primeros eran fuertes, musculosos, de pechos amplios, facciones angulosas y duras como las de la raza malaya, pelo abundante y rizado, dientes agudos y ennegrecidos por el uso del betel y piel cobriza, pero de tonos sucios.

Ya se veían los amplios sombreros negros trepar por la ladera a través de la nieve, con el fusil a la espalda y marchando tan de prisa como podían, y, sin embargo, Juan Claudio salió al encuentro de ellos, sudoroso, con la mirada huraña, y les gritó con voz enérgica: ¡Vamos! ¡Vamos!... ¡Más de prisa! ¡A ese paso no llegaréis nunca!

Diez minutos después, cuando llegaron jadeantes a lo alto de la roca, vieron, a mil quinientos metros por debajo de ellos, la columna enemiga, que se componía de unos tres mil hombres, luciendo amplios uniformes blancos, obscuros correajes, polainas de paño, los chacós muy anchos y los bigotes rojos; los oficiales, con gorras de plato, marchaban en el espacio que separaba unas compañías de otras, contoneándose a caballo, con la espada en la mano y volviéndose de vez en cuando, para gritar con voz aguda: Worwaerts!, worwaerts! .

Al día siguiente Gasparón se puso a pedir limosna al pie de la soberbia casa donde vivía el fabricante. Allí está siempre junto a la verja de remates dorados, cerca de una ventana, tras cuyos cristales caen en amplios pliegues los cortinajes de seda: allí se le ve de sol a sol mostrando el muñón cicatrizado, destacándose el bulto haraposo de su cuerpo sobre la fachada de mármol, y llevando siempre colgado al cuello un cartelillo en que se leen estas palabras: INUTILIZADO EN LA FÁBRICA DE DON MARTÍN PE

No quiso la que le habían preparado, sino otra mayor, con mejores vistas y peores muebles. La casona, inmensa, tenía amplios aposentos desmantelados y medio ruinosos. Todas aquellas ventanas carcomidas y gimientes las abrió el marino de par en par, y el sol se tendió perezoso en las estancias, y entraron con él en la casa los rumores soberbios del río y el garganteo melódico de los malvises.