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Actualizado: 21 de junio de 2025
Los soldados grises y rígidos, que habían ignorado hasta entonces la existencia de don Marcelo, le seguían con interés viéndole en amistosa conversación con un oficial del Estado Mayor. Adivinó que estos hombres iban á humanizarse para él, perdiendo su automatismo inexorable y agresivo. Al entrar en el edificio, algo se contrajo en su pecho con estremecimientos de angustia.
Al hacerse servir en su cuarto el inspector general había creído que podría de este modo tener con la señora Miguelina una amistosa explicación que valiese por todas.
Jacintito tenía convertido el escritorio en club familiar, y allí se charlaba y fumaba, como se jugaba al box y al palo, y en momentos de amistosa expansión volaban los libros, cual si tuvieran alas; todo lo cual contribuía a darle el aspecto de sala de escuela, manchado de tinta el suelo y garabateadas las paredes por los muchachos revoltosos.
Su aparición en aquel traje solemne hizo temblar a Marta en los primeros momentos, pero luego, dominada por la necesidad, se puso de pie sonriendo y respondió al saludo de Mathys con suave amabilidad. Esta acogida amistosa alentó al intendente, que se aproximó triunfante, y le dijo con expresión ligera: Mi querida Marta, estáis sin duda sorprendida de verme en este traje, ¿verdad?
Nadie hubiera podido declarar con fundamento que la partida de Juan Maury había modificado el ser de Rafaela. Su amistad hacia el Vizconde siguió tan fina y tan estrecha como en el coloquio, pero sin que el coloquio se repitiese. Ella seguía hablando con el Vizconde, si bien delante de todos y sin dar que sospechar. Su conversación amistosa la consolaba y la deleitaba.
E inclinando su cabeza rubia obscura, cargada de gruesas trenzas, como un casco de oro antiguo, dijo sonriendo con confianza amistosa y burlona: Bien venido, Rafaelito. No sé por qué, le esperaba esta tarde. Ya nos hemos enterado de sus triunfos: hasta este desierto llegaron la música y los vivas. Mi enhorabuena, señor diputado. Pase adelante su señoría.
Se sorprenderá mucho de no ver en mí sino la sonrisa amistosa. Pensará que finjo, que me han hecho coqueta. Le pareceré así más interesante. "He tenido un susto, nunca en mi vida he tenido un susto igual. Esta tarde, en vez de guardar mi diario en el cajoncito del escritorio como hago siempre, lo dejé bajo el almohadón para seguir después escribiendo. Pero vino Adriana, y más tarde Julio.
Me dirigió entonces una seña amistosa y me dijo: Gracias, hijo mío. ¿Aplicábase esta frase al apoyo de mi brazo o a mi frase trivial sobre la dicha de Elena? Me quedé en la duda y esta duda me ha turbado.
Roberto nada decía, pero con frecuencia se inclinaba hacia mí y me hacía una seña amistosa, como si juzgase prudente consolidar nuestro pacto cada cinco minutos: trabajo inútil, pues nada estaba más lejos de mi imaginación que la idea de romperlo. Cuando hubimos trotado una media hora a un paso bastante vivo, detuvo su caballo y me dijo: ¿Bueno, chiquilla? ¿Qué hay, «grande»? ¿Regresamos?
Ramona era bonita, elegante, no tenía nada de necia y mientras vivió en la alta sociedad, y no cayó en la sima, hubo de tener admiradores, amigos jóvenes y viejos que la estimasen, que la atendiesen, y con alguno de los cuales, a pesar de todo su recato y severidad de costumbres, pudo ella ser amable, concediendo aquellos favores de casta predilección y de limpia y amistosa confianza que no ya la austera virtud, pero ni la santidad prohíbe. ¿Cómo es que ninguno de esos amigos trató primero de evitar que cayese en la sima, o procuró después sacarla de ella sin exigirle en pago la humillación y la deshonra?
Palabra del Dia
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