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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Si llega a amarme, ¡tanto peor para él! No me he prestado a ello; ¡no por cierto! Sería tan despreciable como una mujer perdida si hubiera hecho eso. Desde mi curación, durante más de un año, he dirigido su casa con lealtad y probidad, sin pretender agradarle, sin desear serle indispensable. Y, sin embargo, he llegado a serlo.
Rubén Darío. Hace ya bastantes años, en un reino más allá de la mar vivía una niña que podéis conocer con el nombre de Annabel Lee. Esa niña vivía sin ningún otro pensamiento que amarme y ser amada por mí.
Mi amor, mis esperanzas, tú para mí eres todo, ángel hermoso. ¿No me juraste amarme eternamente por el Dios que gobierna el firmamento? Ven a cumplirme, ven, tu juramento. Calle corta; a la izquierda se ve la fachada de una iglesia RUIZ y un momento después UN SOLDADO RUIZ. ¡Es mucho tardar! Me temo que esta dilación... ¡Oiga! ¿Quién va? SOLDADO. ¿Ruiz?
¿No podría ser que usted, compadecida de mí, acabase por amarme? ¿No se han visto cosas más imposibles? No dijo rotundamente Leonora. No le amaré a usted nunca... Y si llegase a amarle continuó en un tono dulce y casi maternal se lo ocultaría piadosamente para evitar que usted se exaltara viéndose correspondido. Toda la tarde estoy evitando esta explicación.
Jacobo dijo á sus compañeros: Ahora es preciso que yo dé las explicaciones necesarias para estudiar el problema y resolverle. Para empezar, fijaré el estado de mis relaciones con Lea Peralli. Hacía cerca de dos años que vivía con ella, como sabéis. Yo estuve al principio muy enamorado y ella, por su parte, parecía amarme tiernamente.
Después de haber fingido amarme, me rechaza usted... me ha humillado, desesperado... ¡Usted es la única causa de lo que sucede! Señorita, no es usted justa; jamás he fingido amarla; he sentido por usted una afección muy sincera que le profeso aún.
El dolor y la desgracia la habían hecho temerosa. Muchas veces me dijo: «Rodolfo: nuestros amores no serán dichosos. Nací condenada al infortunio; nací condenada a padecer, y cuanto es para mí felicidad y ventura perece y se malogra.... ¿Me amas? Sí; pues dejarás de amarme. ¿Te amo?
Sí, Judit, no los quiero, no quiero más que su amor; y si es verdad que no me ha olvidado, que me ama todavía... ¡venga... sígame!... para seguirme es preciso amarme... porque ahora ya no tengo fortuna que ofrecerle... ¡Qué! duda... no me responde... ¡ah! ¡comprendo su silencio! Adiós, adiós para siempre. Y se dispuso a abandonarla; pero Judit le detuvo, asiéndole de una mano.
La desesperación de D. Carlos de Atienza llegó á su colmo. Con no poca amargura echaba la culpa de todo al Comendador. Para esto decía me obligó V. á que me ausentase. En esto han parado las promesas de arreglarlo todo en menos de un mes: en que Clara se me esté muriendo, y en que además haya dejado de amarme y quiera ser monja; en que acabe por tomar el velo... y luego la mortaja.
Es decir, padre en toda la extensión de la palabra, no; pero ¿qué nombre queréis que dé al que me ha criado á costa de privaciones de todo género, al que vela por mi, al que me ama como ninguno es capaz de amarme? Tenéis razón; y decidme: ¿cómo haré yo para atraerme ese hombre? Siendo desde ahora todo mío; haciéndole creer que me hacéis feliz. Lo creerá.
Palabra del Dia
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