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La espantaba el día en que, no pudiendo ocultar más su estado, la fuese de todo punto indispensable confiar á alguien su secreto. ¿Y cómo hacer creer á nadie la singular manera como había acontecido aquel terrible compromiso? Doña Juana, que era virtuosa y honrada, no podía menos de afligirse amargamente, y de llorar al verse sometida á aquella inaudita desgracia.

Mientras ellas se quejaban amargamente de los estragos que los años iban causando en su figura y su salud, pensaban que su hermano había detenido el curso de las horas, había hallado un elixir para mantenerse eternamente joven. Manuel Antonio era metódico en sus visitas. Había unas cuantas casas a las cuales asistía diariamente y siempre a la misma hora.

Tres veces quise volver sobre mis pasos para recoger la carta, pero cuando ya estuve decidida a hacerlo, el postillón estaba lejos. A mi vez, cuando ascendí la colina que conduce a la casa, me oculté entre las malezas y lloré amargamente. A partir de ese momento, fui presa de una agitación como nunca la he sentido en mi vida.

No se rompen fácilmente los lazos de una afección de veinte años, cuando se tiene un corazón tierno y generoso; Herminia fué la prueba. No pudo ver llorar tan amargamente á la mujer que la había educado y dejando el brazo de Mauricio, corrió á la señorita Guichard, con los ojos llenos de lágrimas y exclamando: ¡Tía mía! No llore usted más ... ¡Me desgarra usted el corazón!

Sin fijarse desde luego en el desorden en que se hallaba Juana, fue hacia ella con el paso rígido de un espectro y dijo clavándole la vista: ¡Su marido se bate mañana con mi hijo! Lo contestó Juana ; acaba de decírmelo. ¡Ah! replicó amargamente la anciana señora . ¿Acaba de decírselo? ¡Es el acto de un cobarde! , pero usted, ¿cómo lo sabe?

Y se echó a llorar amargamente, con el corazón encogido, escondiendo la preciosa carita en el seno de su madre, como si buscara allí lo que encuentra la más pequeña golondrina en el fondo de su nido: el calor de la ternura materna.

Pero, ¡qué sabes de caballero! Vergüenza debía darte tenerme así. Vamos a ver: ¿cuándo me pones un cuarto como Dios manda? Esta especie de invocación a hombres que ponen casa a la querida, dejó muy caviloso a don Quintín, haciéndole discurrir amargamente sobre las injusticias sociales.

¡Qué he de opinar, mi General! contestó el preguntado encogiéndose de hombros y sonriendo amargamente; qué he de opinar sino que la peticion es justa, ¡justísima y que me parece estraño se hayan empleado seis meses en pensar en ella! Es que se atraviesan de por medio consideraciones, repuso el P. Sibyla friamente y medio cerrando los ojos.

Fabrice, sin embargo, aunque sintiendo amargamente la frialdad sombría en que su mujer se encerrara, no desconfiaba vencerla a la larga en fuerza de generosas y delicadas atenciones.

Siempre debiera estar de rodillas para darle gracias o al menos ocuparme continuamente de mis deberes proclamando su gloria, y empleando por él todos los instantes que me concede y que tan buenos son, entretanto que otros sufren amargamente.