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Actualizado: 29 de mayo de 2025


El verdadero disgusto lo tuvo cuando, a consecuencia de la proposición de Millán, entró Pepe de corrector en la imprenta: aquello de que su hermano ganara un jornal la impresionó amargamente, en parte por lo que significaba tal determinación, y más aún por vanidad herida.

Me quedé en el corredor, como una réproba, contemplando la puerta que acababa de cerrarse tan duramente tras de . Después apoyé la cabeza en la pared y lloré silenciosa y amargamente.

Tal fué el agustiniano frai Luis de Leon, catedrático en la universidad de Salamanca, que pasó cerca de cinco años en la Inquisicion de Valladolid llorando amargamente la estrechez i horrible oscuridad del calabozo en que yacia, i quejándose de sus perseguidores en aquellos sabidos versos: Aquí la envidia i mentira me tuvieron encerrado: ¡dichoso el humilde estado del sabio que se retira de aqueste mundo malvado!

Godofredo, tapándose la cara con las manos, lloraba amargamente. La compasión se apoderó entonces de unos y de otros. ¿A qué conducía aquella discusión? El que tuviese la desgracia de no creer, que se lo callase. De todos modos, herir sin necesidad las almas timoratas, como la de aquel pobre muchacho, era poco caritativo y además una falta de consideración.

Pero si prescindimos de estos lunares aislados y nos detenemos en las bellezas más notables de la Numancia, sin olvidar la prematura aparición de esta tragedia, no podremos menos de deplorar aún más amargamente la pérdida de las demás piezas antiguas de Cervantes, que sin duda nos revelarían los frutos más sazonados de su talento dramático.

Inocente es usted de lo que la imputa el señor don Aurelio, y, sin embargo, su atroz sospecha... tiene, tiene apariencias de fundamento... porque usted misma se las ha dado, yendo hoy a casa de ese hombre.... La castiga a usted Dios en lo que más quiere; en ese angelito que no vino aún al mundo.... Lucía sollozó amargamente.

A las primeras palabras que le murmuró Simoun, cuando le dijo su verdadero nombre, el anciano sacerdote se echó para atrás y le miró con terror. El enfermo se sonrió amargamente. Cogido de sorpresa, el hombre no fué dueño de mismo, pero pronto se dominó y cubriéndose la cara con el pañuelo, volvió á inclinarse y á prestar atencion.

Esta voz le hizo estremecer: levantó la cabeza, sonrió amargamente y pasando sus brazos alrededor del cuello de la joven mulata, la estrechó contra ; su boca rozaba su mejilla, cuando sus labios encontraron la fatal cicatriz. ¡Infierno! ¡maldición sobre ! exclamó con violencia . ¡Maldita vieja, bruja infernal! ¿quién habrá dicho...?

Que le digan al novio de la india que son indefinibles, y de seguro se sonreirá amargamente al recordar la facilidad con que él podría definir á la desgraciada Titay.

Al recordar este período de su pasado, Aresti sonreía amargamente, burlándose de su optimismo. ¡Cambiar él á su mujer! ¡Transformarla!....

Palabra del Dia

commiserit

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