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Actualizado: 1 de mayo de 2025


Quiero ir yo... yo misma á abrirle su prisión; quiero ser para él la libertad, la vida; quiero ser su recuerdo continuo... quiero que no pueda olvidarme nunca... y tanto haré, que no me olvidará... ¡Oh, no! y con eso sólo seré feliz. ¡Pardiez, y lo que amáis á ese mozo! dijo contrariado el duque.

¡Ah! ¿y amáis tanto á vuestra dama, que pretendéis encontrar en ella lo que creo que no se encuentra en ninguna mujer? ¿pretendéis que no haya amado una dama que se sale de palacio de noche y sola, que se agarra al primero que encuentra y le embauca hasta hacerle perder el seso? Yo no os he dicho que esa dama ha salido de palacio. Pero yo lo . ¿Y quién os lo ha dicho? ¡Bah! quien os ha visto.

¡Pobre Dorotea! debéis haber pecado mucho. ¡Yo! ¡bah! yo no he hecho tanto como debería haber hecho; yo no he hecho mal á nadie. ¿Amáis mucho á don Juan? No debía amarle. No acabaremos nunca. Os pregunto... Y bien, le amo. ¿Y pensáis disputársele á su mujer? No. Hacéis bien; lo demás sería indigno de vos. Vos habéis venido para algo, don Francisco.

Porque me amáis, ¿no es verdad, y no comprendéis que se pueda amar tan pronto? Yo creo que tenéis más experiencia que yo. Os engañáis; no he amado hasta ahora, pero por lo que siento, no extraño que vos améis lo mismo que yo. Pero, ¿qué deseáis de ? ¿Qué deseo? Vuestro cuerpo y vuestra alma; vuestro recuerdo continuo... Quiero ser para vos el aire que respiréis. ¡Me estáis engañando! ¡Yo!

10 Los que amáis al SE

Don Juan la retenía en sus brazos, reclinada sobre su hombro su cabeza, y lloraba. Apartad, señor, apartad dijo doña Clara con voz dulce ; vuestra esposa os lo suplica. Don Juan soltó á doña Clara, que estaba ruborosa y trémula. ¿Es verdad que me amáis tanto?... exclamó la joven, mirando con toda la fuerza de sus ojos negros á don Juan.

Tengo el cuerpo y el alma, el corazón y los sentidos, llenos de vos; nada veo más que vos, nada respiro más que el amor que siento por vos. ¿Y á qué entonces esa extraña mentira? ¿Qué mentira? La de vuestro casamiento. Quisiera que no fuese una horrible verdad. Os repito que no os comprendo. Dentro de poco me comprenderéis. ¿Y me amáis?

Vos sois enemigo de los que mandan, y abusan del rey, y servís al duque de Osuna, y os declaráis por la reina, por ambición, y yo aborrezco á los que vos aborrecéis y amo á los que vos amáis por venganza. ¿Sabe acaso alguien á dónde vos vais? ¿sabe alguien á dónde yo voy? ¡oh! y si alguna vez llegamos al fin de nuestro camino, juro á Dios que no han de reirse más de cuatro con los desenfados del poeta y con las desvergüenzas del bufón.

Os he respondido la verdad: me tiendo á sus pies, lamo su mano, y velo por ella, siempre dispuesto á defenderla. ¿Pero no es vuestra hija? No contestó con voz ronca el bufón . ¡Oh! ¡si fuera mi hija! ¿Ni vuestra... querida? ¡Oh! ¡si fuera mi querida! ¿Pero la amáis? Ya os he dicho que soy su perro. Más claro. Soy su protector.

No me amáis todo lo que yo quisiera... pero me amáis... ; me amáis... y yo os haré tanto... yo seré para vos tanto... ¿Qué seréis para ? El camino de los honores, del mando, del trono. ¡Eh! ¿qué decís del trono, señora? dijo Quevedo con un acento tan singular como nadie hasta entonces había oído en él. Digo, que sin haceros rey, os pondré sobre el rey, y como el rey está en el trono...

Palabra del Dia

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