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Actualizado: 30 de abril de 2025
Mi corazón sufre hasta convertirme en un alucinado. ¡Ella no pensaba en nada al darme por última vez la mano!... ¡Pero yo, yo! ¡Con tal que no haya sentido el estremecimiento de la mía! ¡Si por mis imprudencias fuera a perder su confianza! ¡Ah, no; todo menos eso!
Y lentamente alucinado, acabó por parecerle que se veía a sí mismo cuando tenía veinticinco años, apoyados los codos en la misma ventana, en pleno florecimiento de su robusta juventud.
Tú estás muy enfermo le dijo Salvador con profunda pena , y yo creo que el Virrey te perdonará la vida. ¡Y al dejarme vivir llamas perdón!... vaya un perdón el tuyo. ¡Indultarme!... No, por muy masón que sea el Virrey, no será tan cruel o inhumano. Estás alucinado, y el sufrimiento te enloquece un poco, haciéndote disparatar. Yo estoy cuerdo y sé lo que me digo.
Sin duda eran interesantes la Metafísica aristotélica y la Suma de Tomás el divino; pero más bello era «vivir» enamorado de unos labios rojos, dormir al pie de un árbol, saludar desde la cresta de un monte la salida del Sol. Y una madrugada, Enrique Thomas, alucinado por los trinos arpados de las alondras, brincó los altos muros que circuían la huerta del seminario y huyó de Burdeos.
Santorcaz, nuevamente alucinado con aquello que parecía para él extraordinaria coincidencia, prosiguió así: ¿Pero no es éste el camino de Olmutz? Gabriel, o esto es aquello mismo, o se le parece como una gota a otra gota. Mira, ahora tenemos enfrente los pantanos de Satzchan y a nuestra izquierda la colina de Pratzen. Mira hacia allá. ¿No se oye ruido de tambores? ¿No se ven algunas luces?
Ventajas tales, meramente exteriores y debidas á la casualidad, han sorprendido y alucinado á V., y le han hecho pensar que lo que está en la superficie está en el fondo; que modales más distinguidos, mayor tino y mesura en el hablar, y ciertas atenciones y miramientos que nacen de más esmerada educación, y que llegan á tenerse maquinalmente, gracias á la costumbre, son virtudes y excelencias que brotan del centro mismo de un alma que se eleva sobre las otras.
Al pronto, las representaciones de su propio porvenir se confundieron y conformaron a los grandes episodios antiguos. Alucinado por la lectura, llegaba a creerse, él mismo, el héroe de la narración. Fue sucesivamente Julio César, el Cid, el Gran Capitán, Hernán Cortés, don Juan de Austria.
No era ella muy fuerte en disimular, y otro menos alucinado que Rubín habría conocido que el lindísimo entrecejo ocultaba algo. Pero veía las cosas por el lente de sus ideas propias, y para él todo era como debía ser y no como era.
Las fieras llegarían poco a poco. Llegaron éstas a la segunda noche aunque de un carácter singular. Dormía profundamente, cuando fué despertado por su padrino. ¡Eh, dormilón! levántate que te van a comer vivo. Benincasa se sentó bruscamente en la cama, alucinado por la luz de los tres faroles de viento que se movían de un lado a otro en la pieza. Su padrino y dos peones regaban el piso.
Alucinado por un sueño de felicidad, había cedido, deliberadamente, como nunca lo hizo antes, á la tentación de lo que sabía que era un pecado mortal; y el veneno inficionador de ese pecado se había difundido rápidamente en todo su sér moral; adormeciendo todos sus buenos impulsos, y despertando en él todos los malos á vida animadísima.
Palabra del Dia
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