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Actualizado: 9 de julio de 2025
El corral era triste, feo y solitario. Desde donde estaba la pluma no se veía otra cosa que la copa de algunos castaños plantados fuera de la tapia; el campanario de la iglesia con su remate abollado, á manera de sombrero viejo; la vara enorme y deslucida de un chopo inválido y casi moribundo, y las tejas dé la casa adyacente, que en días de temporal regaban con abundante lloro el corral y la huerta.
Cuando volvió en sí Reyes, sintió, como la noche anterior, que le regaban la cara con agua fresca. Y medio delirando, dijo: Gracias... sola, sin azúcar. Dio expresivas muestras de gratitud al zapatero, que se ofreció a acompañarle a su casa y salió, sacando fuerzas de flaqueza, a paso largo, sin saber adónde iba. «Yo debía tirarme al río», se dijo.
Las fieras llegarían poco a poco. Llegaron éstas a la segunda noche aunque de un carácter singular. Dormía profundamente, cuando fué despertado por su padrino. ¡Eh, dormilón! levántate que te van a comer vivo. Benincasa se sentó bruscamente en la cama, alucinado por la luz de los tres faroles de viento que se movían de un lado a otro en la pieza. Su padrino y dos peones regaban el piso.
Hay que rociar bien gritaban los jefes . Hay que dar un buen riego al bosque donde están los boches. Y las bocas del 75 regaban sin interrupción, inundando de proyectiles la remota arboleda.
Déjeme continuó con voz alterada , ya sabe usted que soy Adela Evrard.» Mi pecho estaba hinchado, mi cabeza turbada, mi respiración anhelante. «Adela, hermana mía, esposa mía, mi bien amado, único objeto de todos mis pensamientos, único encanto de mi existencia, mi consuelo, mi esperanza, eso es lo que eres para tu Gastón.» Y mis lágrimas, lágrimas deliciosas, regaban mis mejillas.
Juanita barría y aljofifaba, fregaba los platos, enjalbegaba algunos cuartos y la fachada de la casa, que era la más limpia de la población, y hasta agarraba su cantarillo e iba por agua a la milagrosa fuente del ejido, cuyo caño vertía un chorro tan grueso como el brazo de un hombre robusto, siendo tal la abundancia del agua, que con ella se regaban muchísimas huertas y se hacían frondosos, amenos y deleitables los alrededores de Villalegre, contribuyendo no poco a que la villa mereciese este nombre.
Palabra del Dia
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